
Dos menores saharauis llegan a Trescasas para pasar el verano gracias al programa “Vacaciones en Paz” y la generosidad de una familia del municipio.
Este verano, Trescasas se convierte una vez más en ejemplo de solidaridad real, abriendo sus puertas —y su corazón— a Izza Beldi y Hamdi Brahim, dos niños saharauis procedentes de los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia. Gracias al compromiso de una familia del municipio, y al respaldo del Ayuntamiento del municipio, estos dos menores pueden disfrutar de unas merecidas “Vacaciones en Paz”, lejos de las duras condiciones del desierto.
Un gesto que transforma vidas
El programa “Vacaciones en Paz”, coordinado por diversas asociaciones solidarias en colaboración con entidades locales, permite que menores saharauis pasen los meses más duros del verano acogidos por familias en España, alejándolos de temperaturas extremas que pueden superar los 50 °C. Durante su estancia, reciben revisiones médicas, una alimentación equilibrada, actividades educativas y de ocio, y, sobre todo, un entorno afectivo que refuerza sus derechos como niños.
Para Izza y Hamdi, estas semanas en Trescasas suponen mucho más que un cambio de paisaje. Significan bienestar, seguridad, salud, aprendizajes nuevos y la posibilidad de vivir experiencias que en sus circunstancias habituales serían impensables.
Un pueblo implicado
Desde el Ayuntamiento de Trescasas se vuelve a apostar por este programa humanitario como una muestra del compromiso del municipio con la cooperación internacional y la defensa de los derechos de la infancia.
“La solidaridad no es una palabra vacía en Trescasas”, subraya Borja Lavandera, alcalde del municipio, “es una actitud cotidiana, un valor que se transmite y se vive en comunidad. Estamos orgullosos de que una familia del municipio haya vuelto a dar ejemplo de generosidad y compromiso, abriendo su casa a estos niños que tanto lo necesitan.”
Agradecimiento colectivo
Desde el Ayuntamiento de Trescasas se quiere trasladar un agradecimiento profundo a la familia acogedora, por su gesto desinteresado, generoso y lleno de humanidad, así como a todas las personas que, de una forma u otra, contribuyen a que este proyecto siga siendo posible.
Porque cuando una familia abre sus puertas, el corazón de un pueblo late con fuerza, y este verano, Trescasas vuelve a demostrar que la esperanza también se escribe en voz baja… pero se siente muy alto.
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