¿Bendito turismo?

Da gusto ver el bullicio de la Calle Real estas mañanas de primavera. Quitando la gymkana matinal a la que nos tienen acostumbrados los camiones de reparto, da gusto ver tanta gente y de tan diversa procedencia. Benditos turistas.

Pasadas las horas del mediodía la calle se torna más liviana de tráfico peatonal –afortunadamente el rodado a esas horas ya está prohibido– y según llega la noche, ni rastro. Ni turistas de Cuenca ni de Shangay. Segovia is death.

Las noches en Segovia son para hacérselo mirar. No digo yo que esto debiera ser una juerga loca, pero es para analizar el misterio y ver qué pasa con tanta gente que viene. No creo que todos sean de madrugar al alba y acostarse al ocaso.

La pista inconfundible se consigue visitando el parking de autobuses junto a la rotonda de Cándido -ese que se hizo para tres meses cuando las Edades del Hombre y sigue teniendo el Ayuntamiento en precario-. Durante toda la mañana no cabe uno más y a media tarde ¡Ciao Segovia! Y así se quedan las noches segovianas.

Que no dan para más y a las calles se les supone mejor vida por las marcas de las terrazas pintadas como escenas de un crimen en el suelo (que por cierto ¡vaya tela!).

El fin de semana la cosa cambia, y no digo yo que, a mejor, pero el turismo de día cede el testigo al turismo de despedidas, que se están volviendo parte del paisaje y paisanaje las hordas de mujeres u hombres jaleando a un personaje indefinido con tutú en el mejor de los casos. Para atestiguar esto como en el caso anterior, la pista la encontramos en la estación del AVE donde los domingos esas hordas anoche jolgoriosas parecen figurantes de The Walking Death.

Y luego estamos los que vivimos aquí de día y de noche. Por el día no tienes mesa, y por la noche, con suerte cenas solo o bailas con el del tutú. ¿Bendito turismo?