
Que Segovia es una ciudad turística es una verdad tan grande como su majestuosa catedral, y en un breve y simplón recorrido por nuestra historia debemos tal condición al poderío de los romanos, a los vecinos que tan generosamente rascaron su bolsillo para sufragio de la susodicha catedral, y a la corte y sus milicias que tan estoicamente erigieron y defendieron el icónico Alcázar.
Sin tocar nada, estaba todo hecho para que la ciudad floreciera como destino de miles de viajeros, y así mucho después lo entendió Cándido, Mesonero Mayor de Castilla, quien a los pies del acueducto fue precursor del turismo como hoy lo entendemos y puso la guinda, no al pavo, si no a un cochinillo que se ha convertido en otra seña de identidad de la ciudad.
Lo que fueran espontáneos brotes de acciones turísticas como las dulzainas acompañando a Cándido al servir su tostón, se han tornado a posteriori y se tornan más en estos días de campaña en estudiados planes y proyectos de promoción turística que buscan en todos los casos seguir siendo lo que por sí ya somos: una ciudad turística.
Sin embargo, Segovia sólo es una ciudad turística es, y sobre todo y antes que nada ha de ser, una ciudad.
Es necesario sin duda adaptar todos los recursos a la frenética actividad turística, a las nuevas y numerosas demandas de los turistas y a las nuevas tecnologías (que queda muy bien y están muy de moda) pero no se olviden de que los planes son para seguirlos y las promesas para cumplir.
Palabras más. Palabras más. Palabras menos… Es lo que menos te puedo dar… es lo de siempre…
(Perdón me ha vuelto a pasar. Estos días electorales me sorprendo canturreando la divertida canción de “Los Rodríguez”.)
Quizá me ha venido de nuevo la cantinela leyendo las propuestas en materias de turismo. Hay más de una que me la sugieren:
“Medidas para desestacionalizar el turismo.” ¿Qué medidas? Palabras
“Colaboración entre instituciones.” ¿Ahora? Palabras
“Potenciar el turismo de congresos. ¿Dónde? Palabras
Llevamos años viendo como a las ferias de turismo las instituciones van cada una por su lado. Cada una con las joyas de su corona celosamente guardadas para la exposición pública y sin que coincida en fecha -y mucho menos en foto- con la mediática exposición del otro.
También son ya unos pocos años los que venimos oyendo lo del turismo de congresos (tantos como llevaba de obras y ahora abandonado el fallido edificio de La Faisanera) el que se suponía dar el soporte necesario a tal deseado turismo… en fin, qué corta se me queda la canción de Los Rodríguez.
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