Política sin hipotecas

Decía este fin de semana Pedro Sanchez en un mitin (esos actos multitudinarios a los que van los ya simpatizantes y votantes del orador) que esto de la política -refiriéndose a la suya - no es Sanchismo. Que tampoco antes era Felipismo ni Zapaterismo, que esto, lo suyo, es socialismo. Y no seré yo quien lo ponga en duda ni lo discuta al menos desde esta humilde tribuna, pero al hilo de tales afirmaciones se me ocurre al menos una reflexión: ¿qué fue de la política municipal? Al igual que en la nacional se echa de menos ese apellido que da nombre a una época en la vida municipal.

Todos sabemos que esta inminente llamada a las urnas para elegir a nuestros líderes más cercanos es preámbulo de las elecciones generales en las que nuestros gestores ya de cercanos tienen poco. Es entonces, en estas circunstancias cuando la política municipal se torna un poco ambigua y en casos no parece más que un trampolín para algunos de nuestros candidatos.

Viendo las cosas, creo que la voluntad del trabajo por y para la comunidad que alabamos en alcaldes y concejales de pequeñas y medianas poblaciones se queda reducida a esos entornos: a esa España vacía tan manida por unos y otros según convenga. Ahí sí que el candidato conoce de tus reclamaciones al consistorio y de forma más o menos diligente, voluntaria y muchas veces altruistamente, se ocupa de conciliar los intereses de todos los vecinos y tener el pueblo como Dios manda.

Está muy bien que las siglas y el poderío de los líderes nacionales de los partidos, refuercen la imagen de cada candidato en cada ciudad pero a veces cabe pensar que no aportan más que un ideario generalista que lo mismo vale para Cuenca que para Segovia.

Se echa de menos que sus discursos, las promesas y en definitiva la ciudad, vaya por delante de la rosa o de la gaviota y no al revés.

No creo necesario que cada anuncio tenga que venir refrendado por el mandamás del partido en cuestión, ni que cada una de las promesas, que no logros, sean con el apellido del susodicho. Del mismo modo opino que al contrario, en el caso de los ataques y reparto de culpas, quien no ha cumplido o no cumple es el candidato municipal e innecesarias son las constantes alusiones a jefe supremo para los reproches de promesas incumplidas.

Da la impresión que de este modo, las promesas dependen para convertirse en logros, de si cuentan con el beneplácito del escalón superior.  Algo así como una política municipal hipotecada.

Nos cuentan las bondades de sus colores pero a la par nos vienen avisando de que viene el lobo. Que si queremos avanzar es con coherencia, que el voto ha de ser al color, da igual quién lo defienda, que si votas a las personas ya la cosa no está en nuestras manos

Siendo nuestra querida Segovia más pueblo que ciudad -y como tal nos luce el pelo - se echa de menos conocer a los candidatos por sus actos y promesas, y no tanto porque su bandera sea de un color a otro.

Hagan promesas discursos y proyectos suyos. Para bien o para mal se echa de menos la política municipal de pueblo, en la que se vota al tío Honorio que es muy trabajador además de honrado, o a la Felisa que cómo se las gasta para defender lo nuestro y no sabemos ni qué color representa.

Política municipal de la que da nombre a una época, como el Sanchismo, el Felipismo o el Arahuetismo (otra cosa será por qué se ha consolidado el nombre). Al fin y a la postre, responsabilidad, valentía y política sin hipotecas.