
Cuando se unen componentes “gourmet” da igual que se hable de gastronomía o de cualquier otro ámbito, el resultado final siempre mejora a cada uno de los ingredientes. Así aconteció en el Ciclo: “Música con gusto” que durante diez años vienen ofreciendo la Fundación Caja Rural y Cajaviva a la sociedad segoviana.
Una edición más, los mandos militares de la Academia de Artillería de Segovia pusieron a disposición de los organizadores su incomparable patio de orden del antiguo convento de San Francisco para acoger el concierto de uno de los artistas más prometedores y con mayor proyección del panorama musical español.
Miguelichi López venía a Segovia avalado por el mismísimo Alejandro Sanz. Hay que recordar que Miguelichi logró una enorme popularidad gracias al programa televisivo “La Voz”. Para su recital se acompañó de Carlos Merino a la percusión y de Manu Pérez a la trompeta, dos virtuosos que añadieron valor al propio artista principal. Esta connotación y su calidad intrínseca sirvieron de reclamo a los doscientos espectadores que abarrotaron
el recinto, que una vez más colgó el cartel de “No hay billetes”.
El artista de Sanlúcar de Barrameda presentó los temas que aparecen en su nuevo disco y exhibió una personalidad musical y artística fuera de toda duda que encandiló al respetable. Junto a temas originales, Miguelichi se atrevió con versiones propias de: “Lágrimas negras”, “La bien pagá” y “Un ramito de violetas” en los que encontró la complicidad del público. Después de haber estado dos horas sobre el escenario, la voz
inconfundible del artista gaditano seguía con la fuerza suficiente para atender las reiteradas peticiones de bises por parte de los espectadores.
Como maridaje idóneo a esta velada musical se añadieron complementos gastronómicos elaborados con maestría en los fogones del Restaurante “El Cordero”. A pie de este servicio y siempre atentos a resolver cualquier situación se encontraban Ángel y Goyo. Los vinos ofrecidos por la empresa “Felifrú” en base a verdejos de Rueda, Jumilla y Ribera del Duero (Fompedraza) hicieron la magia necesaria para que cerca de la media noche todos los espectadores se fueran a su casa con la certeza de haber disfrutado de un recital y de un acto social inolvidables.
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