ANTISISTEMAS

Que la realidad a veces supera la ficción es una frase hecha más incontestable que nunca. En esta película que empezó en marzo de 2020, estamos siendo testigos reales de todos los recursos de los mejores guionistas de las mejores producciones de ciencia ficción de Hollywood: tropas militares custodiando la ciudad, hospitales y morgues saturadas, imágenes apocalípticas de calles y avenidas desiertas. Todo real.

Igual de real que el repertorio de personajes buenos y malos que venimos desgranando.

En esta peli, tenemos a los recurrentes espías y confabuladores, eso sí, de visillo, vecinos que denuncian anónimamente si fumas cerca, sales fuera de hora o te pones mal la mascarilla.

También tenemos los negacionistas, una suerte de hippies de la vida que como en las pelis están fumando un canuto en una playa cuando llega el asalto extraterrestre y ni si quiera ven el peligro cuando lo tienen encima.

Y por último, y con los que quiero explayarme son los antivacunas. Los egoístas de la peli. Los que van a lo suyo y si vienen marcianos a ver si le venden algo. Porque así son, así los veo yo: acogidos a un sistema que les garantiza la libertad de no vacunarse pero también la de hacer buena caja en agosto con su negocio abierto al público, eso sí, con la mascarilla que ésta sí que es obligatoria y por lo visto lava la conciencia.

Hablo con conocimiento de causa y con pavor, de la cantidad de casos detectados de este tipo de personajes. Así no nos salen las cuentas ni deja de haber olas. Al egoísmo de su actuación ha de sumarse la cobardía, porque estos señores y señoras no lo dicen abiertamente, su caja registradora  va en ello, sin embargo, se erigen como escondidos salvadores de la humanidad cuando todos los vacunados nos desintegremos o vaya usted a saber qué.

Indignación. Indignación es lo que siento por estos individuos beneficiados por un sistema del que se descuelgan a su antojo. Son igual de antisistema que los que queman contenedores.

Según estos antisistema,  los vacunados, somos los borregos, los adoctrinados por las farmacéuticas, los gobiernos y los medios. Nos llaman tontos a la cara, y ni siquiera se plantean que lo que somos es res –pon – sa - bles. Que más allá de que creamos o no estas teorías conspiranoicas, más allá de las sabidas incertidumbres sanitarias que nos rondan, asumimos la vacunación como parte del peaje que conlleva vivir en sociedad, igual que ponerse la mascarilla o cerrar tu negocio por mucha caja que pierdas si pones en peligro a los demás.