El río, la alameda,
la montaña y el tren transpasándola,
el valle, la llanura,
la pradera cuajada de oro y plata,
el aire en cada poro,
torrentes y cascadas
suicidándose a chorros
por las barrancas altas,
mohosos musgos,
gráciles espadañas,
gráciles mariposas
tornasoladas,
abejas volanderas
y enmieladas,
las torres de la luz,
las casas blancas,
los columpios del niño y de la niña
balanceándoles el alma,
los abanicos,
los paraguas,
los sombreros de copa,
los sombreros de alas…
¡Cuánta belleza ante los ojos,
cuántas miradas
echadas a volar
enajenadas,
cuántas lindezas,
cuántas estatuas,
cuántas riquezas
desaprovechadas…!
Si yo fuera pintor,
montaría la guardia
de mi tenderete
y me las llevaría a casa.
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