Un soneto deseo hacer pimpante
en esta dulce hora de agosto en pura brasa;
vayan, pues, los cuartetos por delante,
ya veremos después a ver qué pasa.
El segundo cuarteto, Dios mediante,
me saldrá sin querer y ahora lo empiezo
por no perder este primer instante
en el que hasta el momento no tropiezo.
Los tercetos son cosa bien sabida,
así que les daré pronto salida
con renovada y distintiva rima.
Rima conmigo, amigo, y verás pronto
el soneto derecho y contrahecho
tras pasar su difícil Helesponto.
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