Apurruñarse

Si el otro día escribía aquí sobre las palabras que mueren en el Diccionario de la RAE —auténtico cementerio de papel y red digital— porque ya no se emplean en el habla corriente ni en la literatura moderna…, hoy añado otra viejo-nueva o veterotestamentaria, que acaba de resucitar el ínclito Alfonso Ussía en el periódico LA RAZÓN.
Se trata de “apurruñarse”, o sea, apretarse cariñosamente a alguien. Quizá sea solo un vulgar venezolanismo maduro, madurado por el ídem dictador, el que nos ha traído a España Ussía, pero ha echado raíces y produce hilaridad.

Bienvenido sea de todas formas este verbo antiguo que parece salido o sacado del terruño de la época imperial española.

Hoy en nuestro país se apurruñan a pares Pablo Iglesias e Irene Montero, Albert Rivera y Malú, Quim Torra y Charles Puigdemont, Junqueras y Rufián, Kichi y la Rodríguez andaluza, Almeida y la Villacís, Carmena y su niñaco Íñigo Errejón…

Vivir para ver, gozar, sufrir, llorar, reir, dar y tomar (por c.)

Ya se están componiendo chascarrillos con el comportamiento de esas parejas de hecho. El único soltero parece ser Pablo Casado, a pesar de que ya se le ve tonteando con Abascal, que se lo ha puesto muy difícil.

Está visto que la unión hace la fuerza y todo queda en casa y en familia, sea semental católica o sea simple y llanamente política de partido.

A apurruñarse, machos, que es ley de vida hoy. Lo de los pactos es otro asunto, que se está alargando demasiado, como un chicle pegajoso entre los dientes. Ya hablaremos.

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