Cuando un plan queda aplazado suelen surgir las dudas. ¿Merece la pena esperar? ¿Volver a dejar que crezcan las uñas y volver a morderlas con impaciencia ante una segunda oportunidad? ‘We love Queen’, el espectáculo que ofreció una nueva vista del Teatro Juan Bravo de la Diputación lleno hasta el último anfiteatro, había sido uno de los montajes más esperados del pasado trimestre. Un contratiempo de última hora echó por la borda todos los planes del 22 de febrero y obligó a compañía y teatro a buscar una solución que permitiese a los amantes de la reina madre de la música rock hacer reverencias a quienes han recogido su legado de una forma original, respetuosa y divertida. La mayor parte de esos amantes lo tuvieron claro: si el 22 de febrero no podía ser, sería el 5 de mayo. Y la espera mereció la pena. Vaya si mereció la pena. Y triunfó. Y reinó.
Eran las 21:00 horas del domingo y una larga cola aguardaba a las puertas del Juan Bravo para entrar en un auditorio por cuyos pasillos ya paseaban seres extraños; una especie de monjes con cierta pinta de aves. Éstos daban la bienvenida al público y, si cruzaban miradas con una señora en el segundo anfiteatro, no escatimaban en saludos; movían la mano y ya tenían un cómplice más entre los espectadores. Al final fueron más de cuatrocientos. Y es que aguantar sentados sobre la butaca resultó sencillamente imposible. Adorar a Queen y salir del Juan Bravo queriendo poner un disco en el coche con la voz de Freddie Mercury sonando a todo volumen, aún más imposible.
Desde el principio el susurro fue difícil. Algo tuvo Farrokh Bulsara que consiguió, junto al resto de componentes de Queen, hacer prácticamente de cada canción un himno. Si no lo creen, si son escépticos, si nadie les ha hecho ver, como ayer hicieron Enrique Sequeros y Manuel Bartoll con los espectadores segovianos, que son más fieles de lo que creen, prueben a poner un disco de Queen. Digan si no han escuchado nunca eso de ‘The show must go on’, si no han tarareado alguna vez el riff de ‘Another one bites the dust’, si no se han soñado levantando una copa al ritmo del mítico ‘We are the champions’. Si no han palmeado y gritado en alguna ocasión, levantando los brazos, el ‘We will rock you’.
Pues precisamente así, pero en bajito, las personas que ayer se dieron cita en el Juan Bravo comenzaron la noche. Susurrando, como en un rezo, el repetitivo “we will, we will rock you”. Alzando los brazos al compás. Dando una palma arriba. Y dando paso, acto seguido y con Sequeros primero, y después también con Bartoll, quien apareció de repente de forma ‘sorpresiva’ para muchos, a cada una de las oraciones que componen la Biblia de los seguidores del grupo británico. También, como decía anteriormente, de quienes nunca se habían declarado fans suyos y simplemente lo son de la música en general. Y es que Queen ocupa varios capítulos y versículos.
‘I want to break free’ despertó las ganas de quien aún no se veía del todo dentro de la parroquia de fanáticos y con ‘I want it all’ el Juan Bravo sonó a catedral. Mientras Manuel Bartoll y Enrique Sequeros subían y bajaban las escaleras hasta el trono, contaban historias que iban dando forma a la ceremonia y bailaban junto a un cuerpo de seis bailarines al ritmo del bajo, el piano, la batería y la guitarra de tres grandes músicos, el público segoviano se divirtió y aplaudió, cantó y se entretuvo, bailó y pegó saltos, entonó y no dejó pasar por alto ni el ‘God save the Queen’ con el que se cerró el telón y un espectáculo que, si hubiera sido por los fieles, habría continuado con toda la discografía del grupo bendición tras bendición.





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