Zenet al desnudo, Zenet a medida

El malagueño, que no tiene nada que ver con el crooner del que muchos hablan, se presentó ante el público segoviano acompañado únicamente del guitarrista José Taboada y del trombonista Ove Larson. El primero abrazó a su guitarra española desde el instante en el que entró en escena y le dio mimos durante la hora y media que duró el concierto, acariciando el nylon con el pulgar derecho, haciendo cosquillas a los punteos más agudos y paseando con suavidad su mano izquierda por los trastes, mientras dejaba en el aire el sonido de los cambios de acordes. El segundo, tan alto como su trombón de varas ―se habla de que los perros se parecen a sus dueños, pero pocas veces de lo mucho que algunos músicos se asemejan a sus instrumentos― y de sonrisa amablemente nórdica, entró y salió del escenario según lo iban requiriendo los temas, jugando con la sordina del trombón y el aire que flotaba en el ambiente, que era de domingo, pero también de viento en popa hacia las fiestas en familia.

Fue precisamente ese aire de domingo por la noche el que concedió un silencio sepulcral en los primeros minutos de concierto; tanto, que hasta los aplausos parecían pedir permiso cuando Zenet y los suyos aparecieron sobre las tablas. Claro, que la sobriedad desapareció cuando el malagueño y su voz, que cantada parecía más del sur de Buenos Aires que del sur de Andalucía y en ocasiones parecía invitar a un bandoneón a acompañar a sus sostenidos, tomaron una bocanada canalla e interpretaron un ‘Dientes de rata’ a cuyo estribillo nadie, ni siquiera quien lo escuchaba por primera vez, se pudo resistir.

Aunque quizás había quien esperaba a Zenet algo más vestido de instrumentos sobre el escenario, el desnudo a trombón y guitarra del malagueño conquistó a la inmensa mayoría. El sombrero otorgaba misterio, chulería y elegancia a partes iguales a las canciones y el artista, que de interpretar sabe bien, lo mismo se lo bajaba que se lo quitaba al compás de canciones que sonaban a tango, a bolero, a brisa y a borrasca. El trombón hacía las veces de nubarrón y los dedos de Taboada desprendían relámpagos.

Zenet bailó y hubo quien en tercera fila en el centro acompañó con el cuello cada movimiento y cada frase de cada canción, también hubo quien desde las alturas del primer palco, junto al escenario, lloró al escucharle despedirse de Segovia con un ‘Soñar contigo’ desenchufado. “La acústica de este teatro es maravillosa”, dijo Zenet. Ya había reparado en ello también Fredi Leis la noche anterior. No es mentira, pero siempre ayudan a ello canciones como ‘Entre tu balcón y mi ventana’, ‘Cómo será’, ‘Estela’ o la divertida ‘Cuando te enfadas’. Antonio Mellado puede estar seguro de que su “guapería llegó y se quedó”; de que su “guapería llegó y enamoró”.