No lo tenía sencillo ‘Don Juan Tenorio’ para conquistar al Teatro Juan Bravo de la Diputación en una tarde como ayer, en la que el frío y la lluvia atravesaban los cauces de las principales calles de Segovia y las costumbres adoptadas entraban en casas con ganas de fiesta u obligaban a muchos adultos a no perder de vista a sus hijos entre disfraces de Frankenstein y Eduardo Manostijeras, o de cualquier otro personaje terrorífico o no; los tratos gustan más que los sustos. Por lo tanto, la hazaña de cumplir con una tradición teatral totalmente española por medio de un texto clásico, sin rostros televisivos y en esta época de pantallas a la carta, se antojaba, cuanto menos, una difícil tarea.
Sin embargo, de inmediato pudieron conocer los espectadores que se dieron cita en el teatro que a Juan Tenorio hay pocas conquistas que se le resistan, y que aún hay quien al ver el nombre de José Zorrilla en la cartelera no duda un momento en hacer planes. El público llenó el patio de butacas y entre sevillanas y bulerías aguardó a que los intérpretes de MIC Producciones les transportasen al sur de 1545 en una tarde tan del norte actual. Lo hicieron, eso sí, de una manera totalmente ocurrente; con una puesta en escena que, aunque ya había sido anunciada en programas de mano y sinopsis previas, sorprendió por su buena resolución, con cambios lentos de luces y una escena fantasmagórica. Si la tarde requería susto o trato, ‘Don Juan Tenorio’ iba a resultar una buena manera de congregar a ambos.
El viaje, sin necesidad de DeLorean, había resultado de lo más natural y, enseguida, el escenario que hacía unos instantes había escuchado, en frases subordinadas y carentes de más estructura que la gramatical, hablar sobre centros comerciales, ofertas de empleo o ‘seguratas’, se transformaba en pura sonoridad procedente de cajones flamencos, guitarras españolas e instrumentos de percusión, pero también del ritmo que otorgan a la historia los versos rimados. Esto ―es importante precisarlo― no quiere decir que porque una obra esté escrita en verso rimado vaya a sonar siempre bien. Sin embargo, los componentes de MIC Producciones consiguen a lo largo de todo ‘Don Juan Tenorio’ mantener alerta al oído sin perder la concentración; algo complicado para quien no está acostumbrado a seguir una conversación de palabras encadenadas y pausas, de rimas y ritmos.
Aunque si hay alguien que merece párrafo aparte y final en este sentido ese es Alberto Gómez, Don Juan, quien desde su aparición en la Hostería del Laurel hasta su muerte en los brazos de Doña Inés, consigue lo que todo Don Juan se propone; seducir, enamorar, conquistar a quien le tiene enfrente con una de las mejores actuaciones que se recuerdan en los últimos años del Teatro Juan Bravo. Lo cierto es que dio igual verlo fanfarroneando con Don Luis sobre sus conquistas, encontrarlo en alerta frente a Don Gonzalo ante la posibilidad de perder a su prometida, observarlo confundido y delirante entre fantasmas o escucharlo declamando al amor junto a Doña Inés; en todo momento fue imán, atracción, un auténtico Don Juan seduciendo a cada uno de los espectadores del Teatro Juan Bravo.
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