El segoviano Javier Navares y sus compañeros de reparto Manuel Baqueiro y Chema del Barco pusieron fin en el Teatro Juan Bravo a una gira de tres años que les ha llevado por los escenarios de todo el país interpretando 'El Plan', una obra escrita y dirigida por Ignasi Vidal.
Hace años, Hannibal Smith convirtió en salmo una sentencia de lo más lógica, que desde aquel equipo A se ha venido repitiendo en boca de diferentes generaciones: “Me encanta que los planes salgan bien”. El martes, esas siete palabras pertenecientes ya al Olimpo de las frases, podrían haber sido dichas por cualquiera que hubiese contemplado el abrazo de Manuel Baqueiro, Javier Navares y Chema del Barco sobre el escenario del Teatro Juan Bravo de la Diputación, tras forjar su último plan; la última función de ‘El Plan’ después de tres años de gira.
El plan, a quien fuese al Juan Bravo le salió redondo; dos horas de risas aderezadas con algo de ese drama que es incapaz de escapar a un comentario irónico. Tampoco, por lo tanto, a una carcajada. Y es que tenían razón los que escribían que Ignasi Vidal había conseguido en esta tragicomedia elaborar un texto puntiagudo que enfrenta a sus protagonistas tanto, como segundos después les hace protegerse.
También tenían razón los que describían las actuaciones de los tres actores como “terriblemente honestas”. Tanto Baqueiro, como Del Barco, como de manera muy especial Javier Navares consiguen que el público empatice con ellos, llegando a creer por momentos que forma parte del propio plan; que también está urdiendo con ellos los detalles de lo que llevan días perpetrando. Quizás, semanas. En definitiva, que son amigos de toda la vida. En un momento dado de la representación, el sofá rojo situado en el centro del escenario parece el de casa, y la naturalidad de los tres protagonistas es tal, que si no fuera por el telón, y las butacas, y las bambalinas… cualquiera diría que ‘El Plan’ es puro teatro.
En este sentido, las únicas personas perjudicadas fueron aquellas que hubieran planeado ir a ver al Marcelino de ‘Amar en tiempos revueltos’. Andrade, el personaje al que interpreta Manuel Baqueiro es tan diferente del prototipo en el que podría estar encasillado el actor, que es de agradecer que Ignasi Vidal le haya dado un papel tan gallego y tan arriesgado; porque tener apellido del norte no conlleva, necesariamente, tener acento de mar.
Sin embargo, Baqueiro construye un personaje tan real y acertado, que realmente el plan empieza a estar verdaderamente equilibrado con su entrada en escena. Y no porque Navares y Del Barco, quienes comienzan la obra con un largo diálogo que se extiende durante varios minutos, mientras esperan a que llegue Andrade, no lleven el plan al dedillo, sino porque la entrada de Andrade en escena permite que las conversaciones sean más fluidas y las ironías e indirectas lleguen desde cualquiera de los tres actores en los momentos más inesperados.
Como inesperado es también el final; ese que demuestra que en la mayoría de las ocasiones la frase de Hannibal Smith es difícilmente pronunciable. No es que a los tres protagonistas de ‘El Plan’ los planes nunca les salgan bien, es que pocas veces lo planeado termina correspondiéndose con la realidad. Por eso es mejor planear sobre el presente, sobrevolándolo con cuidado. Y si hay que planear algo, que sea una tarde de teatro; ese es uno de los pocos planes que casi siempre sale bien.
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