María José Frías: "Todos llevamos el mar dentro; y yo quise agarrarme a eso con la obra 'El viejo y el mar'"

Cuando una vuelve a actuar en casa con su compañía, en el Teatro Juan Bravo de la Diputación, con un Premio Nacional bajo los títeres, ¿se siente más segura o tiene más responsabilidad?
(Risas) Pues de entrada siente mucha ilusión; yo no sé los años que llevamos sin actuar en el Juan Bravo. Además viene un autobús de nuestros pueblos; de Cabezuela, de Turégano… Yo siempre digo, “¿Nervios? No, no, esto es ilusión” (Risas) Sí que hay responsabilidad también.

¿Recuerda la última vez que estuvo en el Juan Bravo?
Tengo que pensar… Hace un montón. Yo creo que fue con ‘Ping’ (‘No te asuste mi nombre, Ping’). No sé, no me acuerdo…

'El viejo y el mar' tiene mucho de la sabiduría de las personas mayores y también de respeto a la naturaleza, ¿Cómo fue concebida la idea original y por qué apostó por este relato de Hemingway?
Es un relato que se queda siempre en la mente y en los corazones; a mí me pasó. Como artista estoy esperando al momento en el que creo estar preparada para abordarlo.

Yo siempre digo que soy de secano, de centro, y tuve un poco de miedo a la hora de afrontar un relato en el que el mar es tan importante. Aunque lo cierto es que se me quitó enseguida, porque me di cuenta de que todos llevamos el mar dentro. Todos los seres venimos del mar y yo me agarré a eso; a hacer el mar que llevo dentro. Todos tenemos esa respiración constante, como tiene el mar, que no cesa, y esos movimientos. Por otro lado, también somos como objetos y vamos erosionando.

Gracias a la plástica con la que hacemos el viejo, que es con madera seleccionada, y la tierra, que son objetos que el mar ha llevado y ha traído mil veces y ha ido amontonando, es como me atreví a abordar esta novela.

Es decir, que ya tenía en su mente llevar esta obra a las tablas pero aún no se había atrevido con ella…
Tenía la idea de abordar el relato, sí; como muchas cosas que lees, que vives, que te cuentan y se van quedando ahí… Luego vuelven a surgir, pero no tienes el cómo… Y de repente llega el momento en que te sientes preparada y dices “ahora, a ver cómo le echo mano a esto”.

La pieza también propone la ambigüedad, ¿hasta qué punto se ha dado cuenta de que los contrarios se necesitan?
Todo; los contrarios nos necesitamos absolutamente todo. No puede existir la luz si no existe la sombra, no existe la realidad sin la fisión, no existe la infancia si no existe la vejez... Es algo que me ha sorprendido mucho con esa historia; pensaba que quizás a los niños no les iba a interesar que les hablaran sobre la vida de un viejo. Y ha ocurrido todo lo contrario.

Ya que menciona a los niños, la obra está llena de poesía; desde su forma de concebir los personajes, el material, hasta lo que quieren representar… ¿Cómo se consigue el público infantil entienda todo eso?
No lo sé, cada uno deberá interpretarlo. Yo no sé si eso se consigue, si te soy sincera. Además, creo que como artista se debe apostar por lo que uno cree, por lo que uno siente, y pelear por la expresión de lo que uno está sintiendo en el momento, siendo lo más sincero posible. Luego llega el espectador y ahí ocurre como con las comidas; a uno le gustan las patatas fritas, a otro le gusta el sushi… O un día vas a un japonés y aunque no lo comerías todos los días, te gusta. (Risas)

¿Es complicado trabajar con el público infantil?
Creo que lo que puede ser complicado es buscar en uno mismo dónde está esa preocupación de cuando eras niño; ver las cosas como si fuera siempre la primera vez, crear los lenguajes… O cómo del lenguaje creado, entender como si fuera nuevo. Porque los niños vienen al mundo y todos los lenguajes son nuevos; ahí es donde puede estar la dificultad, en entrar en todas esas cuestiones con sinceridad, en volver un poco a la verdadera infancia e ir al artista niño.

Yo me acuerdo muy bien de cuando era niña y quiero seguir trabajando desde ahí las preguntas que se quedaron dentro en ese momento; abordarlas ahora, con lo que llevo de bagaje.

Es un teatro de títeres, pero ¿qué papel tiene la bailarina que hace de mar?
Ese mismo, el que ha dicho; la bailarina es el mar. La bailarina es un espectáculo como los que siempre hacemos en la compañía; agarramos los objetos para expresarnos, pero normalmente estamos presentes los actores. Damos capas de profundidad al juego simbólico que tiene el teatro, y la bailarina es el mar, es la luna, es la naturaleza… Y ella también agarra objetos. Su vestido es de un plástico que intenta emular el sonido del mar… Es el pez con el que sueña el viejo…

El Teatro Juan Bravo ha apostado por dar mucha importancia al público infantil en esta nueva etapa; como dramaturga y como madre, ¿qué importancia tiene que los niños aprendan desde pequeños a ir al teatro y a sentir interés por la escena?
Me parece importantísimo para que crezcan como personas. Pero desde ya. Es fantástico pensar, sentir, apostar por públicos futuros. Es un público presente también; está en formación, está en la vida haciendo preguntas, aportando… Están en la vida ya, y hay que darles el disfrute, el pensamiento, la cultura… Me alegro un montón de que el Juan Bravo haga esta apuesta.