Ayer quedaron inauguradas dos exposiciones totalmente diferentes unidas por un elemento común; el papel de la naturaleza en su composición.
Utilizan dos lenguajes totalmente diferentes, pero el segoviano Carlos Costa y el palentino de adopción Gonzalo Páramo, quienes desde ayer y hasta el próximo 10 de diciembre exponen en el Palacio Quintanar, tienen algo en común en los cuadros y 'tapices' que ahora visten las paredes del centro cultural; ambos han visto en la naturaleza a su principal aliada y, por ello, mientras el primero asegura que "todo está en la naturaleza", incluso las llamativas tonalidades que invaden su obra, el segundo afirma que disfruta deconstruyendo la naturaleza propia del objeto, en el caso de su exposición, el papel, para después volver a unir sus piezas.![[Img #42753]](upload/img/periodico/img_42753.jpg)
Nada tienen que ver, de cualquier modo, el piso de arriba y el piso de abajo del Palacio de Quintanar en estos momentos, y observar la obra tanto de Carlos Costa como de Gonzalo Páramo ofrece al público dos ejercicios de reflexión y de disfrute en el que, mientras en el espacio ocupado por el segoviano se admira desde el primer momento los trazos y la primavera en la paleta de los cuadros, llegando a recordar por momentos al postimpresionista Cézanne, en el lugar destinado a la obra de Gonzalo Páramo se advierte la paz y la tranquilidad, la paciencia que transmiten centenares de cuadrados de papel unidos por hilos que no quieren quedarse en una superficie plana ni perfecta.
"Cuando termino una obra le doy la vuelta, lo cuadriculo, perforo y con fibras de lino lo enebro y lo ato. Es algo mecánico; pero forma parte de esos estados de introspección un poco alterados de conciencia en los cuales tú estás enebrando algo y parece que el tiempo no existe. Es laboriososo pero yo lo hago así y disfruto", explicaba ayer Gonzalo Páramo, quien además añade a su obra curiosos textos escritos en espejo; una herencia de una dislexia que, desde pequeño, ha transformado de problema en creatividad.
Por su parte, Carlos Costa despejaba la duda de la intensidad en los colores de su prolífica obra en tan sólo un año, y desvelaba que esos paisajes los había encontrado en La Alpujarra granadina; "pasé allí esta primavera y salía todos los días a pintar". "La primavera es muy sugerente", reconocía, mientras comentaba cómo sus lienzos están pintados en exteriores, al menos en su base, y después, los más grandes, desarrollados en el estudio.
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