Pulgar hacia arriba para la izada de telón de un nuevo Titirimundi

No hay mejor puerta para la nostalgia que un "¿te acuerdas de cuando...?". Tampoco hay mejor puerta para la niñez. Y así, como comienza la historia, los cuentos y el pasado, es como dio inicio ayer el presente Titirimundi. Paradójicamente, sin demasiadas marionetas; o quizás sí las hubo, pues pocas cosas son más manejables que las historias para mayores con disfraz para niños.

Teatro Paraíso, cuyos componentes, en tarde de Champions, clasificaban el Festival dentro de la competición continental del teatro, llevó a la sala Ex.Presa una versión muy peculiar de 'Pulgarcito' que, respetando el original de Charles Perrault, lo moldea hasta manejar la conciencia de pequeños y mayores. A los primeros, para convencerles de que en la vida es mejor ser valiente e ingenioso y pelear contra las dificultades hasta derrotarlas, y a los segundos para hacerles comprender que en la vida nos van a soltar de la mano muchas veces, pero pocas de ellas -o ninguna- con la intención de abandonarnos.

Con una cama, un perchero, un armario y una mesita de noche sobre el escenario, además de una maleta más dispuesta que su dueño a hacer un viaje hasta una residencia de ancianos, los dos actores de la compañía vasca se metieron al público en el bolsillo y lograron el pulgar hacia arriba de una audiencia que entendió que los títeres a veces llevan camisa de tirantes y pantalones de franela, y que para lograr su voluntad, inevitablemente manejada por determinadas circunstancias, hay que tratarlos con la misma ternura con la que se agarra un calcetín y se convierte en ogrita.

Titirimundi comenzaba así, también con el pregón de Guti, de forma oficial su periplo en este 2017, en el que tiene preparado para los espectadores desde el imprescindible circo de las pulgas salvajes hasta la no menos importante enciclopedia de los dragones, pasando por siestas de faunos, Pulcinellas, personajes frágiles, hombres orquesta, cabarets o icebergs. Intentar comprenderlo por los nombres es complicado; a Titirimundi se va con la mente y la conciencia a punto de marioneta.