El teatro vuelve a guardar sus mejores escenas en un nuevo frasco de Microteatro en La Cárcel

El teatro volvió ayer a meterse en un frasco -en forma de celda-, de esos que dicen que guarda las mejores esencias y que cada vez que llega a Segovia ofrece, también, las mejores escenas; en palacio, en la consulta de un médico -psiquiatra, a poder ser-, en la cabeza de una persona borracha, en los rezos de un rosario, en un ambiente goyesco o en el universo Shelley, ese en el que todo se divide en piezas que luego encajan de manera monstruosa en el mejor sentido de la palabra.

Las personas que volvieron a llenar uno a uno y pase a pase los cubículos del centro de creación, salieron de nuevo bendiciendo la idea del Microteatro y agradeciendo tanto la cercanía de los intérpretes como la actualidad de las obras, que siempre dejan un pellizco de realidad y reflexión entre los fieles del teatro en pequeño formato. Entre lo mejor que tiene Microteatro es que la brevedad de la obra, como en los microcuentos, le obliga a presentar un final rompedor, inesperado o impactante.

Desvelarlos aquí supondría una condena para quienes hoy vuelven a tener la oportunidad, a partir de las 19:00 horas y hasta las 22:00 de meterse en La Cárcel y aplaudir todas o algunas de las microobras. Merecerá la pena descubrir por qué llora -cantando- el príncipe Humberto de Coslavia, qué secreto oculta Goya mientras pinta a La Maja o qué locura afecta al inquieto e hiperactivo Gómez Gómez... que no es lo mismo que Gómez Gómez.