El breve espacio en que La Cárcel se pone los ojos de distintos fotógrafos y cruza el charco para oler a La Habana

Afirmaba Marifé Santiago, concejala de Cultura, en la presentación de la exposición 'Cuba.Miradas Cruzadas' esta mañana, que "las cosas nunca ocurren porque sí, no sé si hay un destino en la cultura, pero sí que hay una intención", y apenas tres cuartos de hora después, arracaba el coche y sonaba Pablo Milanés. Hay breves espacios, de tiempo o de lugar, en los que todo se conjuga y la coincidencia se hace casualidad o viceversa; como en La Cárcel, desde hoy y hasta el próximo 28 de mayo, donde las miradas paralelas entre Irán y España han sido sustituidas por miradas cruzadas entre fotógrafos cubanos y José Antonio Robés, inmortalizador leonés conquistado por la isla.

La muestra, dividida en una parte perteneciente a fotografías de profesionales cubanos como José Agraz, Jorge Valiente, Ricardo Elías o Nelson Ramírez, y otra exclusiva del trabajo de Robés, ha sido organizada por SegoviaFoto y esta mañana contaba con la presencia del autor 'del piso de abajo', quien ha aportado una selección de imágenes en las que los ojos transmiten potencia y los escenarios, con cielos granulados, invitan a imaginar una Cuba, una Habana, de la que, como sentenciaba hoy el propio Robés "se ha dicho absolutamente todo y no se ha dicho nada; La Habana no admite titulares". Al menos consuela saber que, como apreciaba la consejera de Cultura de la Embajada de Cuba en España, Natasha Díaz-Argüelles, "miras a las fotos y parece que estás ahí mismo, en La Habana, viendo todos los paisajes y lo hermoso que hay en esa ciudad". Cantineros -imposible ya despegarse de la cabeza ese estribillo, ni Milanés mediante-, Chevrolets, canotiers, estampas de Fidel y el Ché, puros y mar, mucho mar.

"Hoy en La Cárcel huele a Caribe", afirmaba Robés, quien antes leía una precisa y preciosa descripción de lo que es para él una fotografía y de cómo afronta él el momento de disparar para atrapar en su cámara lo que hoy se puede apreciar en las galerías. "Una fotografía no es una cintura, ni un poema, ni una sintonía, ni un baile. No es sólo una imagen bonita, un contorsionismo; es un placer físico que experimento muy raras veces frente a ciertas imágenes", comenzaba Robés a revelar, antes de pasear junto a los presentes para ver cómo se revela después en blanco y negro ese placer físico.

Para el artista, "la cámara es un pasaporte al viaje interior de la vida; con esa llave es mucho más fácil entrar" y por ello se olvida de títulos y de fechas en sus fotografías, en las que, sobre todo, se ven personas. Y es que, como afirmaba el autor, "cuando quiero fotografiar a alguien es porque quiero conocerle".
Aunque sea por un breve espacio de tiempo.

Cuenta el fotógrafo que en el acto es "despiadadamente egoísta" y que "entre la piel de la persona y su camisa, ahí es donde está la foto". Aún así, algunas, muchas de las inmortalizadas e inmortalizados por Robés en esta exposición salen sin camisa. La mayoría de ellos posan desnudos; y es que a casi todos ellos les enfoca en los ojos, en la mirada. Ahí donde se cruzan pensamientos, amores, tristezsa, sueños, deseos, pasados y futuros.