Los segovianos entierran a la sardina... y a algún que otro pez gordo

Sobre el tablero preparado en la plaza mayor para la pelea a versos, saltos y piruetas entre Don Carnal y Doña Cuaresma, ésta volvió a conceder al primero una tregua y un Domingo de Piñata que, mientras las llamas se terminaban de consumir frente a la Catedral en el miércoles de ceniza, aplazará la conclusión definitiva del Carnaval al fin de semana. Será entonces cuando se conozcan los ganadores del Concurso de Cántico de Coplas, con un acto a partir de las 12:30 horas en la Plaza Mayor, y también cuando se entreguen los galardones de los diferentes concursos carnavaleros.

Hasta entonces, habrá que guardar luto por una sardina que fue enterrada ayer con caras muy diferentes, alguna de ellas incluso abstracta, y cuyo entierro se desarrolló bajo el mismo ritual pero con diferente música; algo que convirtió el acto en un evento solemne, como de ensayo de procesión de Semana Santa, para unos y de cuento Disney y verbena para otros. Así, mientras las comparsas de APADEFIM o Para Que Tú lo Bailes, por ejemplo, hicieron consumirse en las llamas a unas sardinas convencionales, otros como los miembros de la comparsa Pasitos optaron por hacer arder a una estrella de la muerte que los bomberos cogieron con cuidado, no fuera a desatarse una guerra de las galaxias en medio del Carnaval.

La universal sardina habría sido la auténtica protagonista de la tarde en la hoguera, si no llega a ser porque el pez gordo con cara de Trump que cerraba el desfile, ya se había encargado de hacer las delicias y las carcajadas de aquel que lo veía pasar por la Calle Real a ritmo de la música de 'La Sirenita', y no podía evitar hacerse una foto con el pescadilla americano mientras sonaba eso de "la vida de nuestros peces muy larga no suele ser, si al dueño le apetece a mí me van a comer". Ya en la Plaza, y mientras dos componentes de la comparsa Semifusa hacían entrega a los bomberos de tan valiosa pieza, al compás de un "tiriquitrump trump trump, tiriquitrump trump, trump", los estudiantes extranjeros asomados a los balcones de uno de los edificios ponían cara de asombro, y diversión a la par, sin dejar de inmortalizar el mortal momento.