Ayer quedó inaugurada la exposición del Curso de Pintores Pensionados, que podrá visitarse en La Alhóndiga hasta el domingo en horario de 11:00 a 14:00 horas y de 17:00 a 21:00 horas.
![[Img #35477]](upload/img/periodico/img_35477.jpg)
Algo tenía, tiene, 'Segovia vigilada por la muerte', el cuadro ganador de la medalla de oro del Curso de Pintores Pensionados 2016, que hace que no puedas dejar de mirarlo. A pesar de que la mayoría de miembros de la Organización y del Jurado, y también de las autoridades, coincidiesen en señalar que por mérito artístico y por mérito personal, la exposición que se inauguró ayer en la Alhóndiga, y que estará abierta hasta el domingo (en horario de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00 horas), pertenecía a uno de los mejores grupos de los últimos años del curso, algo había, algo hay, en ese lienzo pintado por el catalán Nil Perujo Puig, que hacía que destacase por encima de los demás. Por encima también de los cuadros pintados por Gabriel Camino y Rodrigo López Soria, medalla de plata y bronce respectivamente.
Quizás el contraste entre la muerte de La Piedad en primer plano y la vida del atardecer sobre la Catedral del fondo. Quizás la limpieza del trazo que lo convertía casi en una fotografía, como también hacía con el resto de sus otros cuadros expuestos... Quizás, seguramente, la luz en la que acababa el cuadro tras su oscuridad inicial. "Aquí tenemos al maestro de la luz", indicaba el director artístico del curso, Pedro Terrón, cuando en un paseo por la exposición, previo a la revelación de los premios, presentaba a las autoridades el trabajo de todos los becados y también el de Nil. Una luz sin piedad con el resto de obras de los otros quince pintores pensionados, que a pesar de la indudable calidad, quedaban relegadas a un segundo plano ante el lienzo del alumno de la Universidad de Barcelona.
Nil, de ojos claros y 'humildat' augurable, hablaba momentos antes de conocer que era el artista más destacado del curso, pidiendo perdón por su castellano de 'ces' que se convertían en 'eses' dobladas, sobre lo que le había llevado a escoger La Piedad como lugar de inspiración y sitio de observación y reflexión. Escucharle hablar bastaba para darse cuenta de que el Curso de Pintores Pensionados trae cada año a Segovia a artistas que, como señalaba Rafael Cantalejo, director de la Real Academia de San Quirce, "se comen el paisaje y cuando se vayan de aquí serán portavoces de la expresión plástica de Segovia". Nil, que ya de por sí tiene nombre artístico, explicaba que para elaborar sus cuadros había partido de una idea propia de investigación de su propia vida; "hago un realismo muy figurativo", comentaba el autor, añadiendo que "quería retomar la esencia de mi vida, que era el paisaje y mi motivación al venir aquí". El catalán relataba cómo sus piezas habían sido una cuestión de paciencia y reflexión, cómo había "mirado el paisaje con la cercanía de la humanidad, que es estar en el espacio más tiempo de lo normal, para erosionarte hasta ser parte de él y contarlo en la pintura".
La medalla de oro de este curso 2016 comentaba así cómo en los primeros cuadros La Piedad se veía de lejos, "yo era un visitante", contaba, "hasta que pasé tres días en el monte y el sol, el tiempo, el aire, las fotos, escribir y pintar un poco me hicieron conseguir esta imagen; ya no sólo era un visitante, estaba integrado en el espacio, era un objeto más". La técnica empleada, también dejaba adivinar que Nil no había tenido prisa por llegar hasta sus obras, sino que poco a poco, capa a capa, había aprovechado los 20 días para pintar el paso del tiempo, que en Segovia, y desde La Piedad, tiene opciones de prolongarse más.
![[Img #35478]](upload/img/periodico/img_35478.jpg)
Con las palabras de Nil en primer plano, en el fondo se podía observar cómo no sólo el catalán había hecho un ejercicio de reflexión en las tres semanas de estancia en Segovia. Las paredes de la Alhóndiga exhibirán hasta el domingo trabajos en los que unos han velado por atrapar el color del verano, otros por encuadrar las injusticias de la naturaleza, algunos como Alejandro González por definir en abstracto la vida de la ciudad, otros como Raquel Echeandía por quedarse con el sonido del Acueducto cuando alguien toca el acordeón... Muchos con los verdes y los azules de las Hoces del Duratón y otros con la Segovia que ofrece diferentes atardeceres. Todos ellos, como el propio director del curso, Pedro Terrón, sabiendo que "de aquí salen diecisiete embajadores de la ciudad contando conmigo". "En las facultades no sabremos lo que nos perdemos si dejamos acabar esto", confesaba el profesor de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. De momento, y como aclaraba Rafael Cantalejo nada más empezar con la presentación, la ciudad ha "conseguido de nuevo un milagro".






Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.91