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TITIRIMUNDI 2016

Instrucciones para entrar en el Circo de las Pulgas

Ana Vázquez | 155 Sábado, 14 de Mayo de 2016 Tiempo de lectura:

El domador Alfredo Panzani (Dominique Kerignard) recibe cada día la visita de centenares de curiosos dispuestos a conocer un circo diferente a todos los demás.

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Existen diferentes formas de entrar en el Circo de las Pulgas, uno de esos recintos célebres y celebrados ya en Titirimundi. Siempre, en primera instancia, se deberá entrar, como en todo lugar, por la puerta. Primero por la que da acceso a la casa de Abraham Seneor en la calle Judería Vieja. Luego la que abre paso al patio. Después por. No; después hay que esperar las indicaciones del domador de pulgas. Porque para entrar en el Circo de las Pulgas, lo mejor es hacerlo sin la careta y sin la falsa sabiduría de adulto; por lo tanto, haciendo caso en todo momento del domador de pulgas.


Él les recibirá en la segunda puerta; vestido de un rojo más fiera que las propias bestias, con pantalón negro y un látigo en la mano. Con un bigote canoso y puntiagudo dominado como si estuviese peinado pelo a pelo; síntoma de su increíble capacidad para domar fieras tan grandes como el tamaño de la pulga. Procuren no reírse; él nunca les estará tomando el pelo. Les hablará de sus viajes, de los lugares donde recogió a sus tres pulgas, Mimi, Lulú y Sasa; tres seres dotados de unas cualidades sobrenaturales para levantar pesos pesados, dar volteretas en el aire o abrir fuego desde sus diminutas bocas. Es importante que no se rían; cualquier movimiento brusco podría despistar la trayectoria de las pequeñas fieras y causarle un disgusto a su domador.


También es fundamental colocarse delante o junto a un niño. Si éste tiene gafas, mucho mejor. Si éste tiene entre tres y siete años aún mejor. Si éste es de los que tiende a abrir los ojos, la boca y las orejas para escuchar atento cada anuncio del domador, aún mucho mejor. Si es usted padre de alguno de estos niños lo mejor será que le deje a un lado de la carpa y usted se coloque justo al otro lado. Tranquilícele con la mirada de vez en cuando; las pulgas no muerden, sólo pican un poco, pero no muerden. Dígaselo con los ojos si le busca; pero sólo si le busca. Si no, no pierda detalle de cada uno de sus gestos.


Véale preocuparse, sonreír, asombrarse, llevarse las uñas a la boca, las manos a los carrillos. Véale aliviarse si la pulga cae sobre el pelo de otro niño y no sobre el suyo, véale aplaudir las gestas de las pulgas, véale sentir asco y miedo de las pulgas, véale sentir respeto de las pulgas. Véale compartir secretos con niños a los que no conoce y confesiones a sus hermanos o primos. Véale poner esa sonrisa nerviosa que todos ponen cuando el domador acerque la pulga a sus ojos. Muy cerca. Más cerca. Sólo para comprobar que existe. Sólo para certificar que está viva. Sólo para hacerle sentir al domador, que el Circo de las Pulgas es un espectáculo absolutamente necesario en Titirimundi y que su decisión de venir finalmente a Segovia este año, a pesar de las malas pulgas de la vida, fue tan sabia como sus diminutos animales. Mírele fíjamente y agradézcale su presencia con el brillo de sus pupilas. Lo sabrá apreciar, no se preocupe; está acostumbrado a encontrar grandeza hasta en el ser más chiquitito del planeta.

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