La familia de los hosteleros clausuró este domingo La XXIV Semana de la Cocina Segoviana con un emotivo homenaje a restauradores segovianos con toda una vida de servicio a sus espaldas, como los alma mater (literalmente, madre nutricia) del restaurante La Amistad de Codorniz, Ángel Sanz e Isabel López; del restaurante José María, José María Ruiz y Ascensión ‘Chon’ Aragoneses; y de El Bernardino, Julia Cantalejo y Carlos Álvarez (a título póstumo).
A lo largo de una cena celebrada en el Parador de La Granja, los hosteleros, con sentido del humor y mucha sencillez, demostraron por qué, a fuerza de trabajo y motivación, han hecho grandes sus establecimientos y los lugares donde se han asentado y por qué sus clientes les están agradecidos.
Así lo pusieron de manifiesto Isabel y Ángel, de La Amistad de Codorniz, que han regentado durante 32 años un local que cierra sus puertas tras tres generaciones. “He disfrutado mucho en la cocina porque me ha gustado”, reconoce Isabel. Dicen que quien iba a tomar el vermú a La Amistad salía comido y encantado con la lengua o los boquerones de su cocinera. “Me preguntaban que qué echaba a las albóndigas, que estaban tan ricas, y yo les decía que carne. Les echaba carne”, recuerda, poniendo el énfasis en la importancia de la calidad del producto. “El último día se volcó todo el mundo en un pueblo que llegó a tener 750 habitantes y cinco bares, no todos igual de valorados”, apuntó un emocionado Ángel. “Todavía nos dicen que qué hacemos que no abrimos. Te da pena al pasar ver la puerta cerrada. Toda nuestra vida estaba metida ahí”, señala Isabel. Ahora, con la despoblación y el envejecimiento del medio rural, que también ha afectado a Codorniz, “la cosa no está tan halagüeña”. Así que han colgado el delantal y disfrutarán de un merecido descanso, aunque no descartan brindar su Amistad cuando la ocasión lo requiera.
Especialmente emotivo fue el momento de recordar a título póstumo a Juan Carlos Álvarez, de El Bernardino. Asistieron al homenaje que le brindaron sus compañeros Julia Cantalejo y su hermano Javier: “Él era muy reservado. Pero esta fiesta le habría gustado. Estamos aquí por él”.
Por último, José María recordó cómo, cuando abrió en el año 1976, comenzó con seis personas en plantilla y ahora son 96, más otros tantos en la bodega. Él describe su actividad hostelera como “un continuo querer avanzar”. Destacó la importancia de la motivación y la sonrisa de Chon siempre en el salón. Tuvo unas palabras para “la familia con la que más convivimos, que son los compañeros de faena, y subrayó que “la hostelería es todo lo esclava que queramos hacerla”. También desveló parte de su secreto: Soñar. “En mi pueblo no había ni viñas. Siempre he sido muy soñador. Y soñé que iba a hacer mi propio vino. Soñar es maravilloso”.








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