El Obispo de Segovia, Ángel Rubio Castro, dedica su Carta Pastoral de la semana del 28 de septiembre a la verdad. En ella se refiere a la labor de los medios de comunicación. A continuación se reproduce íntegra la Carta Pastoral.
"Decía el filosofo español José Ortega y Gasset: “el hombre es el ser que necesita de la verdad y al revés, la verdad es lo único que esencialmente necesita el hombre, su única necesidad incondicional”.
El octavo mandamiento de la ley de Dios —afirma el Catecismo de la Iglesia Católica— prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. El cristiano no puede olvidar que Dios es la fuente de la Verdad y que Cristo es la Verdad y el Espíritu Santo nos ha de llevar hasta la verdad completa (cf. nn. 2454-2466).
La gravedad de la mentira se mide según la naturaleza de la verdad que deforme, las circunstancias, las intenciones del que la comete y las consecuencias que acarrea para las víctimas. En sí es sólo un pecado venial, pero se hace mortal cuando hiere gravemente la virtud de la justicia y de la caridad. Todo este tipo de faltas lleva consigo el deber de reparación. La mentira no es solo decir lo contrario de lo que uno piensa sino también deformar o falsear la verdad conscientemente o no respetar el honor, fama e intimidad del prójimo.
Un capítulo dentro de este mandamiento está dedicado al respeto de la verdad en los medios de comunicación. Existe el deber de evitar el escándalo y los profesionales tienen el derecho de guardar en secreto aquello que han conocido en virtud de su trabajo, salvo en el caso de que el secreto cause un daño más grave al que lo ha confiado, al que lo ha recibido o a un tercero. El secreto de confesión es sagrado y no puede ser violado bajo ningún concepto.
Los medios de comunicación tienen una importantísima misión social, que ejercerán siempre que sirvan a la verdad sin ofender a la caridad, evitando a toda costa la difamación (nn. 2493ss.). La información debe ser siempre verdadera respetando escrupulosamente las leyes morales y los legítimos derechos y dignidad del hombre.
Se ha introducido en este mandamiento lo concerniente al «arte sacro», que debe ser estimulado y protegido como testimonio de la verdad y la belleza que proceden de Dios y que en Dios encuentran su plenitud. Son sorprendentes, por inesperadas, las hermosas alusiones al respecto.
Los cristianos debemos esforzarnos por ser hombres sinceros, incansables buscadores de la verdad en la sociedad en que vivimos. Es muy importante decir la verdad sobre la realidad de las cosas o sobre los sucesos de la vida, pero mucho más importante es decir la verdad con amor cuando damos nuestros juicios o manifestaciones y opiniones sobre la persona humana.
En la vida hay que tener valentía de decir la verdad y de seguirla y ser muy libres con respecto al mundo que nos rodea y nos quiere imponer sus modos de ver y los comportamientos que se han de adaptar, como San Agustín deberíamos tener “pasión de la verdad” y la verdad no es una imposición, ni es un mero conjunto de reglas.
Así pues, proponer la verdad con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de la caridad. Cuando se descuida la verdad, o se dicen verdades a medias, el relativismo toma su lugar. Las opciones políticas en vez de ser gobernadas por principios están determinadas cada vez más por la opinión pública, los verdaderos valores son ensombrecidos por procedimientos y objetivos, y de hecho incluso las categorías del bien y el mal, de lo correcto e incorrecto, ceden al cálculo pragmático de las ventajas y desventajas. La verdad no depende del consenso, sino que lo precede y lo hace posible, generando autentica solidaridad humana".
Ángel Rubio Castro, Obispo de Segovia
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