Quién nos lo iba a decir querido Topillo. Las Cajas de Ahorro, el
“músculo financiero” que decían nuestros petulantes políticos, se han
ido al carajo. Siento una tristeza imponente por los muchos y buenos
trabajadores que hoy están prejubilados o a un paso de hacerlo. Por
supuesto que no sufro por los que se lo han llevado crudo. De aquellos
días de gloria únicamente quedan muchos y buenos argumentos para
escribir una antología del disparate.
Mi
jefe siempre dice que el Reportaje, así con mayúscula, es el género rey
del periodismo, porque es el que enseña la carne de la información.
Debe de ser como un solomillo macizo y jugoso, capaz de dejar satisfecho
al más exigente de los comensales. O algo así. Lo cierto es que el
señorito, que raramente lee “el Interviú”, que dicen en el pueblo, ha
recortado media docena de páginas de un ejemplar que encontró en la
peluquería. Debe de ser cosas de la edad, porque no son las fotografías de
las macizorras que exhiben sus chichas en portada, su objeto de deseo.
Nada de eso. Se trata de una excursión “gratis total” de directivos de
Caja Segovia, “gondoleando” por Venecia con las propias y haciendo el
ridículo parapetados detrás de una máscara veneciana. Con lo grandecitos
que son los jodidos.
El gran García Berlanga,
que era un genio a la hora de elaborar ácidos retratos de los
personajes de sus “nacionales” escopetas, tendría materia sobrada para
inmortalizar al presidente Atilano Soto
y a su tropa viviendo a cuerpo de rey. Pagaba la Caja y allí estaban
los consejeros, el equipo de la Comisión de Control, la Obra Social, los
Sindicatos, el alcalde Pedro Arahuetes, el presidente de la Diputación…En
fin, lo más granado de la jet segoviana. Derechas e izquierdas unidas
jamás serán vencidas. Una leche, ellos siguen pero la Caja pasó a mejor
vida.
Socialistas
y populares, cogiditos de la mano, firmaron la paz por unos días.
Unidos por el gran lujo no se recataron ni lo más mínimo a la
hora de pasear su provincianismo por las calles de Florencia, Padua y
Venecia. Era, según la entidad segoviana “un viaje de formación”. Tiene
guasa la cosa porque Hacienda lo considera un “viaje de placer no
ajustado contablemente, que tampoco ha tenido la consideración de
retribución en especie”. Visto lo visto, amigo Topillo, voy a proponer a
los segovianos que en las próximas fiestas obliguen a desfilar a esta
cuadrilla de despilfarradores con las mismas máscaras que lucieron el
día del baile veneciano.
Esta,
dice un amigo de mi jefe, es solo una pequeña muestra porque en el
resto de estas entidades más de lo mismo. Dietas por aquí, dietas por
allá y en sus cajas fuertes poco
menos que telarañas. Alguien, algún día, tendrá que hacer el who is who
de todos los protagonistas de esta serie de despropósitos. De las de
Ávila, León, Burgos y Salamanca también podrían escribirse hermosas historias, salpicadas de bravas apuestas e inversiones de altos vuelos. para recordar a las futuras generaciones como se escribía la historia en tiempos de abundancia. Pero
de aquí no se pueden ir de rositas los que permitieron este
desaguisado, los que se llenaban la boca de “músculo financiero”: Tomás Villanueva, guardador de vergonzantes silencios, y Óscar López
, padrino monclovita de la boda España-Duero, dos personajes
imprescindibles en esta historia, de momento invertebrada, que deberá
complementarse con un capítulo de “vidas ejemplares” de los presidentes y
directores generales de las cajas castellanoleonesas.
Me cuentan, de buena fuente que dicen los de la pluma, que alguien le dijo un día al presidente Herrera
que las Cajas eran lo más parecido a un prostíbulo. Y el presidente se
despachó con un “no será para tanto, exagerado”. Pasen y vean señores.
Aquellos, claro, eran días de vino y rosas. En esta olimpiada del
disparate seguro que ni Japón, ni Turquía nos quitaban el primer puesto.
Pero de esto, amigo Topillo, hablaremos en otra ocasión.
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