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Los evangelios son parcos en noticias sobre María, por eso me he tomado la licencia poética de recrear algunos episodios, pensamientos y manifestaciones de su vida que, aunque no se recogieran escritos por los apóstoles, bien pudieran haber sucedido.
Evidentemente, tanto Marcos como Mateo, Juan o Lucas son cristocéntricos, no podía ser de otro modo, no cabía en su mente de entonces lo que iba a trascender la figura de la Virgen como representación de la Iglesia.
Mis apuntes canónicos y apócrifos van, pues, en la línea de esa tradición cristiana, que es otra forma de verdad mantenida y respetada.
Creo cada vez más, no en la realidad cegata y dura, sino en la hiperrealidad de las leyendas; arrancan de un mito histórico, que hace de la necesidad virtud, y responden al hambre de conocimientos y sentimientos del espíritu humano, eterno aspirante soñador a un Edén en el que se codeaba con los dioses.
Presento aquí a la Virgen como la primera seguidora, la primera discípula y la primera amante del Dios encarnado. Cercanía mayor no la alcanzó nadie nunca, pues llegó a poseerle en su seno y a ser poseída por su Amor. Ese cordón umbilical de admiración y adoración entre Jesús y María no se rompió ni en la Cruz porque las madres no tienen más sueños ni más esperanzas que las de los hijos por encima de la muerte, y como fue su esperanza es nuestra esperanza, y como fue el cumplimiento de su sueño redentor es nuestra redención.
Desde los Santos Padres hasta los más altísimos poetas han encumbrado a la Virgen nazaretana en el altar de su corazón y en él la entronizamos nosotros junto al Bienamado que la elevara en cuerpo y alma a los cielos. La “traslación de María” se hunde en la raíz y en la memoria de los pueblos cristianos, que la evocan y advocan con mil preciosos títulos y fiestas.
Léanse estas estampas líricas como un devocionario singular o récense como un rosario de perlas sacrosantas y medítense con la parsimonia de un anacoreta silencioso en medio de este mundo febril y desasosegado que nos ha tocado vivir. También pueden admirarse y hojearse como un tríptico dorado que el autor hubiera manuscrito de rodillas con hilos de versos a lo divino.
Son mis flores a María, flores de palabras bellas en consonancia con la más pura y más fuerte de las mujeres bíblicas.
Aunque mis “fablillas” o leyendas místicas recorren sus pasos por la tierra como una Eva impoluta, sentí en algunos momentos que una fuerza entrañable y superior me las dictaba. Aspiro a que esa sustancia espiritual fluya del papel al corazón del lector, y en tal espera apasionada quedo, pues nada sería más reconciliador para mi que ser el transmisor del Camino, la Verdad y la Vida a través de un misterio insondable, pero real, el de la Inmaculada Concepción. Sólo quiero, repito, ser “trasunto de cristal, bello esmalte de ataujía”, como aquel Juan Ramón que esperaba a un “Dios deseado y deseante”. Aquí está, en manos de su Madre. Y en las indignas mías.
T: 91 847 02 25
http://alhilodelavida.blogspot.com.es/






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