Hijo y nieto de escultores, (Lorenzo Coullaut
Valera - Marchena, 1876-Madrid, 1932 y Federico Coullaut-Valera – Madrid, 1912-
La Granja, 1989), escultores académicos a los que debemos varias de las figuras
que adornan la Gran Vía
madrileña, Lorenzo Coullaut-Valera (Madrid, 1944 – La Granja, 2002) continuó la
tradición familiar de forma oblicua. Por un lado, frente a la
profesionalización de sus antecesores, abordó la creación artística como un
ejercicio de libertad sin deudas ni cortapisas.
Es decir, se ganó el pan como
ingeniero agrónomo, pero dejó a su muerte la friolera de unas 3.000 esculturas.
Por otro lado, sus materiales fueron los menos convencionales: hierros
oxidados, maderas descartadas y objetos varios de esos que podemos clasificar
como desechos (muñecos, zapatos, circuitos impresos…). Y sin embargo, conforme pasa el tiempo, las
esculturas de su padre y su abuelo van quedando irremisiblemente atrapadas en
el pasado, mientras que las suyas resultan cada vez más nuestras
contemporáneas. Quizás esto es lo que quería decir Lorenzo Coullaut-Valera
cuando se denominó a sí mismo “un anónimo del siglo XXIII”.
Participó a lo largo de su vida en una docena
de exposiciones colectivas y en cuatro individuales (de una de ellas, en la que
se desdoblaba en varios heterónimos, surgió el anagrama que utilizaría en
adelante: Covatelo). Pero desde 1992 se apartó por completo de la escena
pública. Hay que señalar que ese apartamiento ha condicionado por completo su
valoración. En una sociedad en que nos definimos antes que nada por nuestro
trabajo (cuando no por nuestra remuneración) ¿cómo iba a ser reconocido como
artista alguien que no vendía su obra y que ni siquiera figuraba como tal? Covatelo
no figuraba, era. Y era un artista de cuerpo entero. Trabajador incansable,
rescataba desperdicios de chatarreros, caminos y vertederos para realizar la
ingente labor de devolvérnoslos convertido sen arte. Siempre tuvo la cortesía
de no utilizar materias primas para producir sus obras y en su lugar llevó a
cabo lo que podríamos considerar una poética de los residuos de la sociedad
industrializada. Porque su labor fue, por así decir, reciclar la pérdida de
sentido de cuanto desdeña o atropella el progreso. Insuflar vida a lo consumido
para que circulara de nuevo produciendo gozo.
Aunque utilizó materiales diversos, el más
abundante en el hierro, ya se tratara de piezas, recortes o incluso metralla
encontrada en los campos donde el ejército hacía prácticas de tiro. La
soldadura electrógena era el pegamento con el que realizaba sus extraordinarias
esculturas, al modo de collages en tres dimensiones. Covatelo, en una actitud
muy postmoderna, no sólo reciclaba materiales sino también estilos y así en su
obra podemos detectar rasgos cubistas, minimalistas y conceptualistas en
distintos grados de pureza. Sin embargo es el cubismo el lenguaje que mejor le
define y al que debe obras más logradas. Sería, por todo ello, una especie de
hijo tardío de Julio González,
con una afición al objeto encontrado y su combinatoria propio del surrealismo
(y del conquense de
adopción Antonio Pérez). La otra gran influencia, o mejor, su
adscripción más profunda, es Dadá. Irreverencia, talante antiartístico
(desarrollado artísticamente) y afición al desperdicio. Bustos y figuras, peces
y pájaros, pies e instrumentos musicales son las tipologías más abundantes, sin
pretender con ellas limitar una obra vasta, variada y siempre sorprendente.
El propósito de esta muestra es dar a conocer a la figura de L.C.V., personaje vinculado a La Granja y a Segovia capital a lo largo de toda su vida. Su singularidad en ese contexto, a fines del siglo XX y comienzos del XXI, no tuvo parangón. Además de la reivindicación de su figura, creemos que este es un momento en que resulta necesario promover los valores inscritos en su obra: el carácter ecológico de una creatividad que recicla lo desperdiciado, la creatividad humana más allá de la profesionalización, la fe en la propia iniciativa y la asunción de una responsabilidad personal que no se puede delegar…
Comisario José María Parreño
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