Se acerca el invierno… Y con él, indudablemente como todos los años vendrán noticias relacionadas con lobos. Nuestro gran amigo Félix decía que los lobos aúllan por tres razones: para comunicarse, para marcar territorio; y la tercera, quizá fuese un llanto por saberse cerca de la extinción cuando habían dominado medio mundo. En España, según el último censo oficial realizado por el Ministerio y concluido en 2014, contamos con 297 manadas, de las cuales 179 se encuentran en Castilla y León. Estigmatizado históricamente como una alimaña y el malo de todas las historias infantiles, en los años 70 estuvo al borde de la desaparición; y aunque, en la actualidad se esté recuperando y la tendencia sea positiva, no podemos dejar de tener un ojo puesto sobre él.
El lobo ibérico (Canis lupus signatus), ese ser de mirada ambarina penetrante e inquisitiva que delata su inteligencia, es una especie endémica de nuestra península. Esto quiere decir que es un animal que sólo puede ser encontrado en este lugar. Otras zonas del mundo también poseen lobos, sin embargo, la subespecie ibérica sólo habita entre España y Portugal. A comienzos del pasado siglo XX, el lobo ocupaba casi la totalidad de estos países, pero tras la brutal persecución sufrida durante más de 50 años, sus poblaciones se vieron reducidas a unos pocos ejemplares, recluidos en pequeñas zonas de Zamora y León. No es hasta los años 70, que gracias a la gran labor de concienciación de personajes como el gran Dr. Félix Rodríguez de la Fuente, esta especie comienza a recuperarse y a recolonizar territorios. En Segovia en concreto, tuvimos que esperar hasta el año 1998 para volver a contar con su presencia de nuevo, año en el que se detectó una primera camada nacida en la comarca de Cuéllar. Actualmente, atendiendo al último censo oficial realizado por la Junta de Castilla y León en 2013, en nuestra provincia contamos con 10 manadas de lobos de unos nueve ejemplares cada una, de media.
En contra de la tradición popular y de los cuentos para niños, el lobo es muy esquivo con el ser humano. Por lo que, es más que seguro que no se te acercase a preguntar qué llevas en la cestita si os encontraseis en medio de un páramo. Los casos de supuestos ataques a personas han resultado ser, en la mayoría de los casos, ocasionados por perros asilvestrados. Aquellos que han sido confirmados de ser por lobos, siempre han ido ligados a ejemplares que experimentaban la enfermedad de la rabia, erradicada en España.
Sin embargo, como ya sabemos, con el ganado doméstico pierde esta timidez; en todos los lugares que conviven lobo y ganadería siempre hay un conflicto. Los lobos son depredadores, y como tal, cazan para alimentar a sus crías y a sí mismos; está en su naturaleza, no pueden cambiar eso y hacerse herbívoros de repente. Además, como animales dotados de cierta inteligencia que son, se han percatado de que nuestros ungulados (cabras, ovejas, vacas…) cuando sufren un ataque no se defienden, sino que entran en pánico y se vuelven aún más vulnerables. Al contrario que los ungulados silvestres (corzos, ciervos, jabalíes, rebecos…) que la mayoría de veces plantan cara y al final se escapan. A pesar de que nuestro ganado se presente como un buffet libre sin restricciones, está ampliamente demostrado por estudios, que en aquellos lugares donde hay abundancia de presas silvestres, el lobo las prefiere a las domésticas. El problema surge cuando hay escasez de éstas, debido sobre todo a la caza, ya que como nombraba antes, las presas silvestres del lobo son especies muy deseadas desde el punto de vista cinegético y hay municipios en las que se encuentran sobreexplotadas.
Las zonas de montaña, donde el ganado pasta sin vigilancia en régimen extensivo, es donde se producen el mayor número de daños por ataques de lobos. Por el contrario, en zonas donde el ganado está en régimen de pastoreo apenas ocurren, y de ser así siempre suelen ser a ejemplares enfermos, viejos o perdidos. Cuando se produce un ataque, no sólo hay que tener en cuenta la pérdida económica que supone la muerte de los animales; sino también, el tiempo que el ganadero debe invertir buscando los animales (o sus restos), levantar acta del ataque, reponer esos animales con otros… Esto último además, requiere de un período de adaptación por parte de los animales durante el cual la producción se va a ver mermada. Por no mencionar, que en algunas ocasiones, debido al miedo y al estrés sufrido hay hembras de la explotación que sufren abortos o bajan su producción de leche. Ente 2005 y 2012 en Castilla y León (comunidad con más densidad de lobos) se abrieron 5.950 actas de daños, el 87% fueron certificadas como ataques de lobos.
¿Qué se puede hacer contra esto? Prevenir, ponérselo difícil al lobo es la respuesta. Los ataques siempre se van a producir, se trata de intentar minimizar estos asaltos y su daño al mínimo: adoptando una serie de medidas y cambiando algunos hábitos en cuanto a la gestión de la explotación ganadera. Algunas de estas soluciones son: instalación de cercados eléctricos, adquisición de perros mastines para los rebaños, bajar por la noche al ganado del monte y estabularlo… Muchas de estas medidas cuentan con subvenciones por parte de la Administración para ser llevadas a cabo. Otra decisión que se puede tomar, y sin duda una de las más curiosas, es la de utilizar burros para vigilar el ganado. Sí, sí, como habéis leído, burros. Está comprobado que estos animales al ser tan escandalosos cuando rebuznan, hacen agruparse al ganado (dificultando un ataque) y además asustan al cánido. Aquellos lugares donde el humano está preparado para el lobo, el número de reses muertas por ataque es de 1,5 de media; mientras que en los que no, la cifra asciende a unos 7-8 animales muertos por ataque.
Además de todo esto, las administraciones públicas pertinentes también tendrían que cambiar su modelo de actuación; no es suficiente con implantar una “Patrulla Lobo” (encargados de controlar ejemplares de lobo que producen ataques continuados), también un mayor apoyo al desarrollo de planes de ganadería extensiva y pagos justos y rápidos en caso de ataque favorecerían sobremanera la conciliación del conflicto.
¿Y, por qué no la caza? Muchos pensaréis que ante una situación así, lo mejor es acabar con un depredador de estas características que no aporta nada bueno, sólo perjuicios. Pero lo cierto es que el lobo es una pieza clave de los ecosistemas. Es el gran depredador de nuestros territorios, y por eso, se encuentra en la cima de la pirámide ecológica, está comprobado que donde desaparece todo se desequilibra y surgen problemas. Los lobos regulan las poblaciones de grandes herbívoros, evitando así que éstos proliferen en masa y acaben con la vegetación, lo cual conllevaría un aumento del CO2 y la pérdida de la cubierta vegetal y con ella del suelo; en lugares como el Coto de Doñana ya están experimentando estos problemas, y las batidas de caza a estos herbívoros no son suficientes. Además, al controlar éstas poblaciones de ungulados están evitando que las enfermedades que éstos puedan tener (como la tuberculosis, la brucelosis…) se propaguen y puedan llegar infectando a nuestros animales domésticos.
Los lobos no sólo se alimentan de grandes presas, cuando éstas le son esquivas (o los lobos son jóvenes o solitarios) no dudan en decantarse por otras más pequeñas, como topillos, ratones, conejos… En este comportamiento también están realizando un control de estos grupos de animales silvestres que pueden dañar cultivos. Por no hablar de la carroña que producen (aprovechadas por otras especies como zorros, buitres…) al abandonar restos de sus comilonas; o también la supresión de estos restos que en ocasiones también les sirven como sustento esporádico. Por último, pero no menos importante, mirando más al ámbito económico directamente, el lobo es un gran reclamo para el turismo rural; el Centro del Lobo Ibérico en Zamora recibió 100.000 visitas cuando tan sólo llevaba 3 años abierto, de todos ellos, aproximadamente el 46% de estos visitantes pernoctaron en la zona.
En la actualidad, esta especie sólo se encuentra protegida al sur del río Duero, mientras que al norte de éste es un animal cinegético, y que por tanto, puede ser abatido. Sin embargo, raro es el año que no se expide una dispensa para autorizar la caza de algún ejemplar “problemático” situado al sur de este margen. En el Libro Rojo de las Especies Amenazadas está catalogado como una especie en estado vulnerable, prueba de ello es que hoy sólo habita en un tercio de los territorios que dominaba antiguamente.
En consecuencia, hay que valorar en conjunto todo lo que este animal aporta, tanto a nivel de ecosistemas como a nivel de sociedad. Tenemos que dejar de temer la anticuada imagen del lobo feroz que come abuelas y derriba casas soplando y apreciar las virtudes que nos pueda enseñar su observación tales como: la protección de la familia, la fuerza y la inteligencia.
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