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OpiniónVeneno: el asesino invisible de nuestra fauna

SEGOVIA (CON)CIENCIA Nº5

Veneno: el asesino invisible de nuestra fauna

Carla Llorente | 676 Viernes, 28 de Agosto de 2020 Tiempo de lectura:

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Numerosos son los casos de destacables personajes que de manera misteriosa murieron y con ello cambió el rumbo de la historia. ¿La causa? Nunca estaba clara, pero todo apuntaba siempre a un envenenamiento por parte de adversarios o enemigos de algún tipo. ¿Pruebas? En muchos casos ninguna que señalase a un culpable. Hoy en día estamos siendo testigos de episodios como éstos en masa: tenemos pruebas, en muchos casos culpables; sin embargo, nuestro rival no es tal. La muerte de 4.749 animales por envenenamiento en Castilla y León no tiene justificación alguna, la de 408 en la provincia de Segovia, tampoco.


    Que a todos nos gusta comer es algo evidente, y los animales no son menos. Así, muchos sujetos han utilizado este placer en su contra, desarrollando cebos envenenados. Esta práctica se ha cobrado en España la vida de 21.260 especímenes varios, entre 1992 y 2017; en Castilla y León se han producido 1 de cada 5 de estas muertes, y alrededor del 25% de éstas han sido a especies protegidas. Pero este dato no es “real” del todo, sólo están contabilizados aquellos animales que tras su muerte han sido encontrados y analizados; se estima que la cifra real es de cerca de 200.000 especímenes.


    Muchas de las sustancias venenosas que poseen estos cebos se han ido catalogando como ilegales en nuestro país a lo largo de estos años, aunque otras muchas no (se comercializan para eliminar plagas en cultivos). La más usada que se ha encontrado en nuestro territorio es el aldicarb, un plaguicida usado contra gusanos y ácaros, prohibido también en 2007. Y, ¿para qué se usan estas sustancias? A nivel mundial, este método es el más utilizado para acabar con depredadores diversos, aunque tienen un problema, y es que no es selectivo (muchos animales domésticos se convierten también en víctimas), además de producir una muerte bastante cruel.


    El origen de esta práctica es diverso, la mayoría de los casos se dan asociados a la mala gestión cinegética. Es decir, los cebos envenenados se usan para eliminar carnívoros (zorro, comadreja…) que acostumbran a consumir especies de interés para la caza (perdiz, conejo…). La ganadería es la segunda causa del uso de estos cebos; especialmente en la época en la que los animales paren, ya que son más vulnerables a los ataques. La función del veneno es acabar con los depredadores que puedan atacar al ganado en estas temporadas.


Aunque también hay otras actividades que son responsables en algunos casos, como por ejemplo la agricultura, donde se utilizan estos venenos contra los animales que los dañan; la apicultura, donde los damnificados suelen ser aves como el abejaruco (que se alimenta principalmente de abejas); e incluso la colombicultura (cría y adiestramiento de palomas), donde por supuesto los malos malísimos de la película son las aves rapaces, grandes depredadoras de palomas.


    Y así, el grupo de animales más afectado por estos cebos son las aves (tanto de manera directa como indirecta), en concreto las rapaces, suponiendo éstas un 35% de las muertes; y dentro de este grupo, las especies que más mueren son los buitres leonados y los milanos reales y negros. La gran mayoría de las aves que mueren se encuentran protegidas por la ley, y en muchos casos son especies cuyas poblaciones son ya de por sí muy limitadas, lo cual es muy preocupante; como por ejemplo el quebrantahuesos (48 muertes), el alimoche (325 muertes) o el águila imperial (195 muertes). Y aquí, Segovia encabeza una lista MUY negra; siendo una de las provincias que más parejas reproductoras de águila imperial alberga, es inadmisible que en los años durante los que se ha desarrollado el estudio hayamos registrado 16 muertes de éste animal (del cual sólo quedan unas 500 parejas según el último censo).


    Además, otro de los datos más preocupantes es que las segundas grandes víctimas, suponiendo un 21% son mamíferos domésticos, principalmente perros. Es decir, con estos cebos también estamos tirando piedras sobre nuestros propios tejados, ya que como antes dijimos no es un método de eliminación selectivo. Y seguimos demostrando esta estupidez al analizar que otros de los animales más afectados son algunos como: conejos, liebres, jabalíes, corzos, perdices…, y muchas más que son de gran interés para la caza. Y sin embargo, aquellos a los que realmente va dirigido este veneno, los carnívoros terrestres (zorros, lobos…) sólo se ven afectados en un 9%, dato que a pesar de no ser de los más elevados hay que tener también en cuenta. Recordemos que los grandes depredadores son los ingenieros de los ecosistemas, siendo parte fundamental de ellos (control de poblaciones, eliminan animales enfermos evitando que estas enfermedades se transmitan…).


    A pesar de todo esto, parece que empieza a haber buenas noticias. Atendiendo a los datos de este estudio elaborado por WWF junto con SEO Birdlife (entre otros) entre los años 1992 y 2017, se ha podido observar que la tendencia de los envenenamientos es decreciente en los últimos diez años. Las acciones iniciadas hace décadas y que se han llevado a cabo, como el llamado “Programa antídoto”, en el que se han empleado unidades caninas de la Guardia Civil para rastreo; y la prohibición de muchas de las sustancias presentes en estos cebos a lo largo de estos años, empiezan a dar sus frutos. Mas no es suficiente, a pesar de la vigilancia y el endurecimiento de la ley, siguen dándose episodios en los que un único cebo ha acabado con la vida de decenas (en alguna ocasión incluso centenas) de ejemplares. A veces se siguen encontrando las sustancias que fueron prohibidas hace años, lo cual lleva a pensar que hay stocks no gestionados ni eliminados de estos productos, e incluso la posible existencia de un tráfico ilegal de ellas.


    Tampoco podemos olvidar que, a pesar de habernos centrado en hablar sobre los cebos envenenados debido a la reciente publicación del informe y a que son más desconocidos, hay otros dos tipos de envenenamientos que afectan a la fauna y que también tienen un impacto muy grave. Uno de ellos es el envenenamiento indirecto, debido en su mayoría al uso de pesticidas varios (raticidas, fungicidas, herbicidas…), tanto para uso agrícola como en parques y jardines. El otro sería el envenenamiento por metales pesados, debido en su mayoría al plomo (aunque hay otros) que se acumula en nuestros ríos y montes; ¿cómo llega ahí? Gracias a la caza y la pesca principalmente: con las plomadas de los aparejos que se abandonan o con los perdigones de los cartuchos que se disparan. Estos metales son especialmente peligrosos, ya que se acumulan en los organismos y NUNCA se eliminan, así cuando un individuo en particular almacena en su cuerpo (bien por ingesta directa del plomo o por depredación a animales ya contaminados) una cantidad de este metal, se intoxica y muere. Como podéis imaginar este tipo de envenenamiento debería preocuparnos, ya que nos afecta a nosotros también; cada vez son más frecuentes los casos de anomalías del sistema nervioso por la presencia de estos metales en humanos.


    Por lo tanto, sabemos que estamos en el buen camino, pues hemos avanzado un gran trecho, pero aún hay que implantar nuevas medidas y endurecer las ya existentes, así como buscar alternativas a la cuestión de las plagas y el plomo (uso de otras aleaciones de metales que no sean pesados). Y sobre todo, dar visibilidad (“con-cienciar”) para que se conozcan los perjuicios que ocasionan estas prácticas, que es lo que aquí se ha pretendido. Como dicen: “La información es poder”.

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