Acabada la somanta
de trabajo del Senado,
me dirijo al bar, pausado,
a remojar la garganta.
Me pide el cuerpo un refresco.
¿Cómo decirle que no?
Me lo tomaré, y tan fresco
que me voy a quedar yo.
Después de votar conviene
descansar un rato libre
con un chato o un cubalibre
que me place y entretiene.
Pensado y hecho, Ramón,
Ramón, Ramón Espinar,
que es baratito este bar
y pintada es la ocasión.
¡Camarero, cocacola!
Póngame dos botellitas,
que es poca cosa una sola
para mi sed infinita.
Tengo sed de conseguir
la igualdad en el Estado;
tengo sed de perseguir
al PP que me ha retado;
tengo sed de juventud,
tengo sed de honra y justicia;
tengo sed de la virtud
contra el vicio de avaricia.
Lo primero es la salud,
lo segundo es la franquicia
que me ofrece a contraluz
el lugar que a mà me auspicia.
¿Qué soy un abusador?
¿Que me rÃo de la gente?
No hay sentido del humor
en este paÃs demente.
Yo soy directo y sincero,
yo siempre miro a la cara,
yo hago siempre lo que quiero
y a todos les doy la vara.
Bravo que eres, sÃ, Ramón.
Que se chinchen los demás.
No me faltará ocasión
de beber un poco más.
¿Qué se debe, camarero?
Apúnteselo al Senado.
Soy simplemente un obrero
maltratado y mal pagado.
Adiós, muy buenas, colega,
que andamos a fin de mes
y el sueldo ya no me llega.
Hasta la próxima, pues.
91 8470225
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