Recursos Humanos

“Voy a tener suerte, voy a tener suerte, voy a tener suerte…” repetía ayer Marga, la protagonista de ‘Buena Gente’, mientras las luces del Teatro Juan Bravo se apagaban dando fin a dos horas de tanto drama como comedia, y dando inicio a una larga ovación que aplaudió el trabajo de Verónica Forqué y el resto del reparto de una obra que, dirigida por David Serrano, consiguió que cada lágrima a punto de caer entre el público fuese rescatada, justo a tiempo, en el diálogo siguiente por una gran carcajada.

Y es que ‘Buena Gente’ cuenta un drama tan, tan, tan cercano como doblar la esquina de la calle y entrar en el barrio de al lado. A veces incluso como doblar la esquina de la habitación y entrar en otra en la que las facturas se acumulan, la vida asiste atónita a la corrupción que habita los telediarios, y los días se duermen dando paso al siguiente, más por puro cansancio que por falta de insomnio. Y lo cuenta con tanta ternura y tanta ironía que es imposible no reírse, a pesar de ir conociendo que Marga se crió en un barrio en el que las madres bastante tienen con ocuparse de sí mismas, que creció junto a chavales que jamás se preocuparon de recibir un examen cubierto de rojo, que dio pronto poca importancia a los preservativos, que dio a luz a una niña discapacitada, que acumuló trabajos, que ve el calendario pasar, con ojos de búho de fieltro, dando voces junto a sus vecinas y amigas de toda la vida sentada junto a la mesa de una cocina, y supo antes de la palabra ‘soledad’ que del concepto ‘amor’.

‘Buena Gente’ y, sobre todo, una Verónica Forqué –ayudada de manera especial y esencial por dos cármenes, Balagué y Arévalo- llena de gracia, consigue que sea sencillamente imposible no reírse con una de las tragedias más comunes en pleno siglo XXI: la de la falta de educación, de oportunidades, de trabajo, de suerte, de igualdad o de conocimientos que existe entre las personas, dependiendo de si son de las que han tenido suerte en la vida, de si son de las que pueden considerarse afortunadas, de si son de las que han tenido mala suerte pero logran sobrevivir o de si son de las que han visto la desgracia golpearles por la izquierda, por la derecha y a veces hasta de frente. La ‘Buena Gente’ habita en todos esos niveles, pero no siempre, ni en todos ellos, de manera abundante.

La obra escrita por David Lindsay sólo viene a certificar lo que vemos cada día en cada ciudad: que la vida es como un Bingo en el que quien menos lo necesita siempre canta algo, y quien más ansía el premio se gasta la tarde comprando cartones, como si lo único a lo que pudiera agarrarse ya fuese a un tropiezo de la suerte. Son recursos humanos, ni más ni menos; esos a los que la vida se entrega cuando los recursos materiales parecen fundidos por completo. Y la mente piensa rápido y a veces piensa mal; y en ocasiones se le ocurre robar, y otras se le ocurre pedir, y a ratos se le ocurre vender el alma y el sexo, y por momentos, como a Marga en este caso, se le revuelve el pasado y decide buscar socorro en él. Son maneras de sobrevivir, recursos humanos; lo único que queda cuando ya no queda nada… Tan sólo la sonrisa de quien, pase lo que pase, seguirá siendo buena gente.