Las nueve de la noche del sábado y el Teatro Juan Bravo de repente se quedaba en tinieblas, pero no en silencio. Centenares de niños y adolescentes, entre los diez y los veinte años, acompañados de algún que otro padre perdido, comenzaban un grito coral que no iba a parar de chocar contra las paredes del lugar durante la próxima hora.
Tras los pasos de dos jóvenes que se colocaron detrás de una mesa sobre la que reposaban varias botellas de agua y un par de ordenadores en las que se escondían las bases de lo que iba a empezar a sonar, apareció él; Magic Magno. Y el Juan Bravo magnificó sus decibelios.
Vestido con gorra amarilla fosforita hacia delante, una sola cadena de oro rodeando el cuello, pantalones vaqueros (más próximos a lo ajustado que a lo ancho), una camiseta larga y una sudadera blanca de su talla rezando un "estrés" en inglés, anunciaba sin pronunciar palabra, lo que iba a confirmar su música momentos después; que no es un rapero al uso.
Desde el primer tema, Magic Magno, consciente del público que tiene, se ganó ayer a los más jóvenes del Teatro segoviano. Buscaba libertad y sonreía, viendo cómo los "chavales" a los que se dirigía constantemente se quedaban sin aliento, rapeando cada una de sus letras, y de vez en cuando, al ir presentando sus canciones, emitía consejos que quién sabe si los chicos escucharán; lo que está claro es que aplaudirlos, los aplaudían. "Ser buena persona te lleva a cosas mejores de lo que crees", "esta sociedad te obliga a competir sin sentido, a ser mejor que el de al lado" o "yo quiero que todo aquel que trabaje tenga su pan", afirmaba Magno entre un "Quiero fumar contigo" y un "Dime" cantados de principio a fin.
Entre el público, muchos jóvenes posiblemente asistían por primera vez a un concierto, por primera vez se metían la música en directo en el cuerpo y probablemente por primera vez repetían inconscientes los cánones de la ilusión de ver a tu cantante favorito sobre un escenario, a escasos metros de ti: brazos arriba, móviles captando todo tipo de detalle y alguna que otra lágrima, de histeria y de emoción. Los gritos eran incontenibles, y algún que otro abrazo de padre también se permitía formar parte del hip hop. Más aún cuando, de vez en cuando, el rapero lanzaba hacia sus seguidores parte de su merchandising.
Las canciones se iban sucediendo y, sin duda, hubo dos que se convirtieron en reinas de la noche: en "Por mi gente" y "Fuma y quema el mal", las voces de los "chavales" neutralizaron las bases de DJ Nerso y su acompañante en la mesa. "¿Quién no ha tenido algún amor de verano?" o "¿Quién no necesita dinero para vivir?" preguntaba Magno a unos inexpertos adolescentes en época de estudiar para ganárselo en el futuro, y acto seguido continuaba con los consejos: "Todo el dinero que gano es con el sudor de la frente; sin robar, sin hacer daño a nadie". "Dinero, dinero, dinero", respondía coreando el joven público momentos después en el estribillo de la canción.
El espectáculo estaba terminando y los temas preparados se acababan con "Brillando en el club" y "Volver a empezar"; pero el público, una hora después, quería más. Y tras no creerse la primera desaparición entre cortinas del rapero y su posterior bis, pidió con tanta fuerza "otra", que Magic Magno se vio obligado a repetir los dos temas que más habían hecho magnificar los decibelios del Teatro.
Finalmente, con un "no existe nada que te haga caer, enrola otro más y olvida el ayer", puso un punto agradecido y seguramente seguido a su público segoviano; la noche del sábado había sido de todo, menos "la voz de los sin voz".
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