Sara Baras presentó La Pepa en las Noches Mágicas de La Granja

Baras ha creado para la ocasión una dramaturgia flamenca que a modo de episodios pretende transmitir el espíritu de la época y las difíciles circunstancias por las que pasó el pueblo gaditano en los meses previos a la promulgación del texto constitucional. La bailaora personifica el ideal liberal que inspira su letra, encarnando un personaje que baila en forma de presencia invisible entre los penares de la humilde y castigada población y la mente de los diputados de las Cortes constituyentes.

Con resonancias en las escenas de grupo a la inolvidable Fuenteovejuna (1994) de Antonio Gades, la producción exhibida el pasado domingo alterna escenas de tipo costumbrista con solos de carácter abstracto, ofreciendo un resultado excesivamente fragmentado.   

Por lo cercano de su argumento y de la época retratada, La Pepa inevitablemente recuerda a Mariana Pineda (2002), producción que tanto tiempo estuvo en el repertorio de Baras y que tantos aplausos cosechó  en los más diversos rincones del mundo. En la memoria permanece como un trabajo sobresaliente, de una solidez, profundidad y emoción que se echan de menos en el reciente espectáculo de la bailaora.

Su danza no ha perdido en precisión, limpieza y elegancia pero el envoltorio dramático que ahora la sustenta carece del empaque suficiente para convertirla en vehículo expresivo de una línea narrativa. La Pepa es una mera sucesión de danzas flamencas que permite disfrutar de las dotes de excepcional bailarina de su protagonista pero que resulta floja en su intención de ensalzar el espíritu liberal de la Constitución gaditana.