De azote del PP a escudero del gobierno: el doble perfil comunicativo de Fernando Sanjosé

Fernando Sanjosé, actual jefe de prensa del Ayuntamiento de Segovia, ha sido durante años una figura clave en la comunicación institucional de la ciudad. Con una trayectoria marcada por su cercanía al poder municipal, primero bajo el gobierno socialista de Pedro Arahuetes y ahora con el popular José Mazarías, su perfil ha pasado de ser uno de los más combativos contra el PP a ejercer, precisamente, de su principal defensor comunicativo.

 

Una voz afilada contra el PP… cuando gobernaba el PSOE

Durante los mandatos del socialista Pedro Arahuetes (2003–2015), Sanjosé ocupó un puesto destacado en el gabinete de prensa municipal. Desde esa posición, respaldó y amplificó las críticas del entonces alcalde hacia el Partido Popular, entonces en la oposición. Los archivos de prensa dan cuenta de esa estrategia comunicativa beligerante:

  • En 2011, el equipo de Arahuetes —con Sanjosé como portavoz institucional— calificaba como “caprichos” los proyectos del CAT, el CIDE y el CITAR, impulsados por la Junta de Castilla y León y respaldados por el PP.
  • Ese mismo año, se arremetía contra propuestas como el aparcamiento en el aparcamiento de Los Tilos, promovido por el PP, que fue tildado de “obsoleto e innecesario” en declaraciones institucionales.
  • En repetidas ocasiones, Arahuetes acusó al PP de “estrangular el futuro de Segovia”, especialmente en lo referido a proyectos culturales o de infraestructuras paralizadas. San José era, entonces, la voz que trasladaba ese mensaje a los medios.

 

Cambio de signo… y de tono

Con el cambio de gobierno en 2023, y la llegada del popular José Mazarías a la Alcaldía, Sanjosé pasó a formar parte del equipo de comunicación del nuevo ejecutivo, ahora bajo las siglas del PP. Y con ello, el tono cambió de forma evidente. El que antes denunciaba la “falta de inversiones” de la Junta, ahora guarda silencio ante sus ausencias. El que antes exigía máxima transparencia al PP, ahora responde con evasivas ante preguntas de los grupos de la oposición.

 

Fernando Sanjosé encarna un fenómeno frecuente: un vocero ágil y contundente, pero cuya línea cambia según la camiseta que vista el Ayuntamiento de turno.

 

 

 

El ejemplo más reciente ha sido su reacción a las informaciones publicadas por eldiario.es, que señalan a la primera teniente de alcalde, Rosalía Serrano (PP), como partícipe en al menos tres sociedades inmobiliarias que no figuraban en su declaración de actividades ni en los registros municipales, pese a percibir un salario público de más de 50.000 euros.

 

Desde el gabinete de prensa que dirige Sanjosé, la respuesta a las demandas de los periodistas ha sido lacónica: “Como estoy seguro de que elaboras tus informaciones documentándote abundantemente, ya conocerás esos trámites y las respuestas aportadas desde el equipo de Gobierno, a las que me remito”.

 

Una contestación que contrasta con la actitud que él mismo reclamaba al PP cuando estaba en la oposición: claridad, transparencia, acceso a los expedientes, explicaciones públicas.

 

¿Jefe de prensa o escudo político?

La figura del jefe de prensa institucional debería estar orientada a facilitar el acceso de los medios a la información pública, no a filtrar o blindar políticamente a los cargos electos. Sin embargo, la evolución de Sanjosé refleja una tendencia preocupante en muchas administraciones: el uso del aparato comunicativo como instrumento de defensa partidista.

 

Los ciudadanos y los medios tienen derecho a recibir información veraz y accesible, no a enfrentarse a portavoces institucionales que ejercen de brazos políticos, con independencia del signo de quien gobierne.

 

Una lealtad cambiante, pero siempre al poder

Sanjosé no ha sido el primero ni será el último profesional que adapta su discurso al color político de quien ostenta el bastón de mando. Pero su caso resulta especialmente paradigmático por el contraste tan marcado entre sus etapas: del “azote” del PP al blindaje de sus escándalos más delicados.


 

Lo que está en juego no es su carrera personal, sino la credibilidad de la comunicación institucional. Porque cuando el jefe de prensa se convierte en portavoz de partido, la institución pierde su neutralidad y la ciudadanía, su derecho a ser informada con objetividad.

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