GAZA, MUERTE Y DESTRUCCIÓN

En menos de tres meses Israel está consiguiendo reducir a cenizas a la franja de Gaza y convertir a sus habitantes en refugiados en su propio territorio y en objetivos de una caza al hombre indiscriminada. Cualquier lugar puede ser el elegido por una bomba “tonta” o “inteligente” para acabar con la vida de los que todavía pueden alegrarse de conservarla. 

Después de 17 años de asedio, en los que Israel solo dejaba pasar los alimentos necesarios para conservar con vida a su población, desde el 7 de octubre la hambruna ha alcanzado ya a la cuarta parte de sus 2.300.000 habitantes. La situación es desesperada por la falta de agua y alimentos, la ayuda humanitaria de la que dependían para su supervivencia ha dejado de afluir por el cierre completo de los pasos fronterizos por parte de Israel. Las fértiles tierras gazatíes, que proporcionaban a sus cultivadores los escasos alimentos frescos de que podían disponer sus conciudadanos, han sido arrasadas o están sometidas al bombardeo o a la ocupación militar israelí.

Barrios enteros, especialmente en el norte de la franja, han sido borrados del mapa, las infraestructuras vitales como depuradoras de agua, molinos y panificadoras, hospitales, escuelas y edificios altos, han sido destruidos implacablemente. Israel está ejecutando un castigo ejemplar indiscriminado, considerando a la población civil como parte del enemigo, concentrando una potencia de fuego desproporcionada y de efectos intimidantes para vencer su voluntad de resistencia.

Como consecuencia de la destrucción de infraestructuras y edificios residenciales, más del 85% de los civiles se encuentran a la intemperie habiendo perdido casi completamente sus pertenencias, obligados por el ejército sionista a abandonar el norte de la franja sometidos a constantes bombardeos. La mayoría se encuentran hacinados en el sur del territorio sin agua, ni ningún recurso vital para la supervivencia.

 En medio de este panorama desolador de destrucción y muerte implacable cebándose con los más débiles, de los que ya han muerto más de 20.000, la mitad mujeres y niños, parece que lo peor está por llegar. Nos referimos s las consecuencias del colapso casi total del sistema sanitario gazatí. 

La gran mayoría de los hospitales han sido bombardeados y han dejado completa o parcialmente de funcionar, así como las ambulancias cuando trasladaban heridos. Carecen gravemente de medicinas, los servicios están colapsados por la falta de personal, que también ha sido diezmado por los bombardeos, y la carencia de combustible para hacer funcionar sus generadores hace prácticamente imposible atender a los más de 60.000 heridos. Las operaciones, aún las más traumáticas, se realizan con la mínima anestesia no pudiendo atender el posoperatorio por la ausencia de medicamentos con la posibilidad cierta de infecciones.

El empeoramiento imparable de las condiciones de vida por el hacinamiento, la falta de víveres y agua potable, la ausencia de higiene, la ansiedad constante por los bombardeos 24 horas al día en cualquier lugar de la franja y la carencia de atención médica y medicinas, están incidiendo gravemente en la salud de los supervivientes, con un aumento exponencial de muertes y enfermedades infecciosas. 

La OMS alerta que la diarrea, la varicela y las infecciones respiratorias son generalizadas y sus efectos pueden ser muy preocupantes en niños y personas inmunodeprimidas. Incluso para los supervivientes las secuelas físicas y sicológicas tendrán efectos persistentes a lo largo de sus vidas.

No podemos permitir que esta situación de vulneración constante y sistemática de los derechos humanos y en concreto del más sagrado, el derecho a la vida pueda prolongarse por más tiempo. Es especialmente aberrante la aplicación de castigos colectivos sobre la población civil, la limpieza étnica y el uso del hambre como arma de guerra.

 Denunciamos también la conversión de los centros sanitarios en objetivos bélicos con el fin implícito de causar el mayor y más prolongado daño sobre la salud y la vida de las personas.

 Nada, ni el tramposo derecho a la defensa propia justifica estos aberrantes crímenes contra la humanidad. 

Enarbolando el sagrado derecho a la defensa de la vida humana denunciamos genocidio del estado sionista israelí contra la población palestina a la que se niega el derecho a vivir en su propia tierra, y a la que se ataca con un ensañamiento que implica su deshumanización colectiva.

POR EL FIN DE LA AGRESION ISRAELI Y EL DERECHO DEL PUEBLO PALESTINO A LA VIDA EN PAZ Y LIBERTAD EN LA TIERRA DE SUS ANTEPASADOS.

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